La verdad es una sola, no existen nuevas verdades ni nuevas realidades cuando hablamos con evidencias de lo que es y no sobre lo que algunos desadaptados creen interesadamente que tiene que ser. Por eso el discurso ideologizado, las palabras violentas y agresivas del activismo de las izquierdas del odio, no dan para más, no captan audiencia, carecen de sintonía y efecto positivo porque son fuente de pulverizaciones de la verdad y la realidad. Y frente a ello, los ciudadanos han aprendido que a las bestias marxistas se le manda, con todas sus palabras, sin ninguna elegancia, al rincón de los desperdicios.
Vemos con demasiada frecuencia que los atolondrados militantes del odio hacen de su verborrea el discurso de la nueva verdad que se sintetiza en no proponer nada, carecer de ideas, no tener sugerencias razonables y basarse solamente en rechazar todo para llegar al poder. Quieren destruir lo que sea, para llegar como sea al gobierno y desde allí, volver a lo mismo, pero bajo nuevos nombres que reemplacen lo que ya existe, a fin de decir que han refundado -en realidad “refundido”- la sociedad que los acoge tontamente.
Hoy los tontos -según los odiadores “eso” somos-, ya levantamos la voz y la mirada para ponerles freno a las mulas de carga del resentimiento izquierdista que quieren ser tratados con guantes de seda, mientras nos disparan sangre y horror, muerte y destrucción. El “basta ya” es nuestro grito a ellos, el “nunca más” es nuestro himno junto a los más pobres y las clases medias, el “hasta la victoria final” nos corresponde ponerlo en la bandera de la Patria, para quemar, hundir y exterminar “manteles de chifa”. ¿Así está bien, o más claro?
Cretinos, pedantes, subversivos y violentos, hagan lo que hagan, no callaremos, les seguiremos dando la pelea, porque “su” marca es el odio y la nuestra, el Perú.