Ni eso de la “extrema derecha” ni tampoco eso de “amenaza a la democracia” fueron argumentos, sino un grito deslucido y desesperado de las oficinas de campaña del Partido Demócrata USA que eligió -en principio- a una buena candidata, pero que venía con una debilidad inmensa en su agitada vida pública: sin efecto en el mensaje. Por eso, los demócratas recurrieron angustiados a malos socios comunicacionales (la prensa obsesionada con atacar a Trump y los faranduleros).
Si revisan bien las últimas semanas de la campaña electoral USA, decenas de artistas y actores “de Hollywood” realizaron declaraciones públicas en medios y redes, diciendo, afirmando que una desgracia estaba en camino y que esa desgracia tenía nombre y apellido: Donald Trump.
Pero no era verdad trasladar un posible o imaginario miedo, a los electores, usando como fusible de transmisión a gentes de la farándula cuyas bases y compromisos morales, sociales y de futuro, colisionan con los valores de las Clases Medias que pueden ser “fans y seguidores” pero no por ello, ciudadanos haciendo caso a un mensaje vacío para decidir el voto por imposición mediática errada.
Uno puede sugerir, explicar algo, mencionar una opinión. Jamás se debe decir “no pienses, haz lo que yo te digo”. Y esa absurda orden, se sintió muy mal, se rechazó y la gente reflexionó sobre qué camino tomar en un país donde la institucionalidad funciona, no como en nuestras naciones desbordadas por el Estado y hundidas en una permanente crisis popular, carentes de auténticos líderes, dirigentes y caudillos (aunque reclamamos muchas veces que requerimos de éstos últimos, sin que sea lo mejor).
Los miedos no venden si los promociona alguien débil moralmente y en medios que no impactan, como el New York Times, el Washington Post, CNN y muchos otros centros de presión subliminal y abierta hacia las personas, desde donde se ordena qué decir, qué rechazar, qué odiar y qué maldecir.
En USA existen amplias y robustas Clases Medias a las que les puede gustar el baile o la canción de un artista que se despliega espectacularmente en un escenario, en el cine o en un concierto. También les puede causar furor un actor o artista que personifica al detalle su profesión y el guion que le dan. Pero “ni esa actriz ni ese actor nos van a poner en nuestras mentes, las decisiones que impactan en nuestras vidas” me dice por teléfono una condiscípula desde Washington, D.C.
Todos los analistas y periodistas anti-Trump fallaron en sus vaticinios, porque sabían que perdería Kamala Harris y por una diferencia contundente. Todos los medios alineados con la tendencia progre (caviar aquí) sabían que las encuestas son un referente y no una cifra segura o estable, no es sostenible en el corto tiempo de la campaña electoral en USA. Y sabiendo todo eso, manipularon, engañaron, confundieron y perdieron, gracias a Dios perdieron porque Kamala Harris iba a ser su monigote.
Los verdugos de la Democracia y la Libertad han perdido. Donald Trump tiene una tarea que trasciende USA.
Donald Trump ha ganado un amplio voto popular, el de los jóvenes y los ancianos, el de las familias de las Clases Medias, el de los buenos inmigrantes que valoran sus propias historias y sacrificios para ser ciudadanos norteamericanos y el de los pobres que saben que en el capitalismo reside la llave que pueden abrir para conquistar un mejor destino, en paz y con esperanzas de ser felices.
Todo esto, lo repudia la izquierda y por eso, ha sido repudiada.
Fue una elección entre izquierda y derecha. Ganó la derecha valiente que habla, piensa y decide, la derecha con valores, principios y virtudes.