Me pidieron una opinión y aquí se las resumo, porque el activismo y el fanatismo ahuyentan toda posibilidad de unidad en un país que requiere liderazgo y dirigencia, peor aún, cuando desde la extrema izquierda, los medios de comunicación de la mafia de Odebrecht y la horda de los caviares acomplejados se pretende “dar órdenes” a los jóvenes, a los trabajadores, a las mujeres de comedores populares y a quien sea que tenga alguna posición de protesta e indignación, a fin de incentivar el fuego en la pradera, para que los militantes del odio marxista se hagan del poder nuevamente en el país.
No existe una sola persona que aglutine masas en las izquierdas, el centro o las derechas. Es más, ni uno sabe bien su posición y qué piensa hacer (porque carecen de ideas y propuestas sostenibles en el tiempo). La orden que se ha dado desde el extremo subversivo es bien clara: “empujar y golpear”. Empujar a los más jóvenes a la violencia, golpear a la Policía Nacional (una antigua Institución, hoy con una imagen desacreditada lamentablemente). Golpear también al Congreso, a las Fuerzas Armadas, al Poder Ejecutivo y a los que digan algo que pudiendo ser correcto, pierde sentido de verdad y honestidad si lo dicen los mismos de siempre (los desacreditados). Y eso es realidad, no tenemos en el rostro de la gente, auténticas instituciones, sino organizaciones del mal y me apena enormemente decirlo.
Estamos en el medio -los ciudadanos-, somos la jamonada del sanguche como lo es en otro sentido la silenciosa y observadora Clase Media que sacó del gobierno a Castillo y sus secuaces, pero se quedó callada cuando Boluarte incumplió su palabra de renunciar y se hizo del poder para oscurecerlo más, para degradarlo mucho más. Y no lo entendieron porque acabar con la izquierda del odio exige alerta, acción y actitud permanente, y no creer que ya está todo ganado.
Hoy nos encontramos en medio del “que se vaya” y del “defender la estabilidad”. Pero, en mi opinión, la estabilidad reside justamente en que se vaya ella, sea procesada de inmediato y con todos sus cómplices, purgue carcelería junto a Toledo, Humala y principalmente Vizcarra, el mayor genocida de la historia (y por supuesto, todos sus lacayos y cómplices, como los periodistas infectados del virus del dinero mal habido).
Lo malo, es que para lograr esto que es tan sencillo, la división permanente es un escollo porque no hablan de coincidencias los opositores al gobierno, sino de soberbia y vanidad, donde cada uno “es” el próximo presidente en sus sueños húmedos.
Divididos todos, pidiendo ministerios bajo la mesa, solicitando de rodillas una asesoría, consultorías, embajadas, representaciones en organismos internacionales, aunque sea un puestito por algún lado. Un día con Dina y su rostro de concreto pulido, luego en su contra, pasado mañana a su lado y otra vez, volteretas. ¿Así están los partidos políticos?