Es difícil que ella sienta que la despiertan cada mañana, porque siempre parece despierta; no precisamente sentada en su cama, pero sí revisando en su celular lo que debe leer con esos ojos tan abiertos como las palabras que comienza a revelarme:
-Hmm.. ¿Ya son las seis de la mañana? ¿Tengo clases?
-Hoy día no Vale, es domingo de descanso – le digo pensando en qué me irá a decir sobre sus sueños y pensamientos –
Desde muy pequeña, cuando las frases ya suenan completas y se dejan escuchar, ella comenzaba a decirme que estando en medio de un campo muy grande y lleno de gente, apareció un caballo con un jinete que era pequeño pero con voz fuerte, la gente lo miraba mientras escuchaba el viento y la música que el aire producía por momentos. De pronto, miles de cangrejos movían el suelo transformando el campo verde en arena hermosa y así, al mirar nuevamente me encontraba en la playa más linda y extensa que haya visto, porque ¿había visto la playa, no Papá?
Y si le preguntaba por el jinete y la gente que llenaba el campo siempre me decía “espera, no me cortes” y así seguía entusiasmada con un relato que duraba entre 15 y 20 minutos sin agotar mi paciencia, porque tenía una secuencia perfecta, un entusiasmo encantador.
Cómplices de la risa, socios de las ocurrencias; así todos los días, hasta cuando salía del colegio y al recogerla se alistaba en el auto para pensar el reto: “encontraremos alguien con una nariz más grande, o con una cara de sonrisa que no se apague; tal vez niños de la mano y sus padres jalándolos también de las manos…encontraremos…”
La vida es como los campos, grande, llena de gente. Uno debe subirse al caballo y tratar de ser grande, galopar, enfrentar los vientos y descansar con la música. Tenemos que evitar la cosecha de los cangrejos, porque van de lado, no miran la playa más linda que Valeria ha soñado.
¿Piensas tanto como yo? ¿Qué quieres ser en tu vida? Esas son las preguntas que me hago hacia ella cada día. Lo que decida, será.
Ahora que ha despertado por completo, ahora que ya tomó su desayuno y va a la Universidad, ha escogido el campo más grande y la gente más llena; debe tomar un rumbo que se aleja del sueño que la despierta cada mañana.
La llevo en el auto que pronto será suyo o tal vez, ya es de ella y no me he dado cuenta porque no manejo hacia mi trabajo, sino hacia su destino y de allí, ella dirá si encuentra cangrejos, si mira la playa, si escucha el viento y mira la música porque ahora, todo se mira en un pequeño aparato que ellos tienen en sus manos y que les dice todo, y que lo mira todo y que lo cuenta todo.
Faltan pocas palabras en la vida de Valeria para que sus sueños sigan contagiando entusiasmo, viralizando alegría, produzcan pasos de amistad, señalen destinos que ninguna playa por extensa pueda albergar.
La miro al bajar del auto y al acercarse a la entrada de la Universidad; es su camino, es su mañana de campos grandes llenos de gente; su voz es fuerte y no se cansa, es la mirada más linda y extensa que haya visto…no se va, ningún hijo se va; sólo pasean por la playa, sienten el viento, acarician la música y nos dicen cada mañana que han vuelto a soñar.
Felizmente no me falta sueño, no me arruga el viento, no me cansa la música.