En un primer momento pudiera parecer que el catolicismo y el socialismo tienen los mismos ideales porque se trata de la preocupación por los pobres y de la justicia social, sin embargo son radicalmente opuestos como lo podemos demostrar en los mismos hechos de la historia.
El catolicismo es la mayor revolución del mundo a través del Amor a Dios y al prójimo. El Reino de Dios en la tierra es el Reino de la Caridad, de la liberación por la Cruz y del perdón.
El socialismo es un control del Estado para que la sociedad llegue a una justa distribución de la riqueza. El Estado controla y decide lo que los hombres deben hacer.
El catolicismo enseña que Cristo vino a liberarnos de la esclavitud del pecado. El hombre liberado de su propio pecado es capaz de amar y de ser justo y generoso. Es el mismo hombre convertido, por acción de Dios, el que libremente ama y contribuye al progreso de la sociedad.
El socialismo, que no cree en Dios, busca controlar al hombre. Quienes están en el poder son los que organizan la vida de la sociedad con planteamientos drásticos procurando una igualdad total, con controles estrictos ejercidos por personas leales al sistema. La consideración de las personas ya no cuenta (hay un alejamiento de la esencia del cristianismo). Con el socialismo la persona es para el Estado y no el Estado para la persona.
Cuando el socialismo se defiende
El socialismo siempre culpa al capitalismo y a la economía del mercado como los causantes de los males del mundo. No ven con buenos ojos que una persona obtenga ganancias y un prestigio mundial gracias a su propio talento.
Los socialistas disfrazan la miseria de justicia para los pobres, culpando a los ricos y motivando una lucha contra ellos (lucha de clases). En los países con gobiernos de izquierda de corte socialista los que ganan más dinero no son las personas de talento, sino los que tienen más cercanía al poder político.
El socialismo empobrece más al pueblo y enriquece, sólo materialmente, a una mediocre oligarquía que está medrando siempre en las instituciones de poder. No son pocos los que de la noche a la mañana se hacen millonarios.
El diablo no deja ver la realidad
Lamentablemente muchos católicos, que en un primer momento apoyaron ideales de justicia y de amor a los pobres, perdieron su amor a Dios y se contagiaron de un odio visceral y amargo que les llevó a la violencia y a la pérdida de la fe.
Lo peor es que Satanás, que no pierde tiempo, se metió en los corazones de algunos líderes espirituales para que usen los Evangelios para los ideales socialistas. El diablo, vestido de católico, se convirtió en un “ángel de la luz”. Es por eso que para muchos, hoy en la sociedad, las tinieblas son la luz de los tiempos.
Si nos fijamos bien en muchos de los que reclaman justicia hay una gran ambición de poder. Es penoso cuando vemos a personas que se dicen católicas totalmente ciegas y lejanas de un amor a Dios auténtico. Juegan con la religión para sus ideales políticos que son más de desestabilización que de construcción. No es que amen a los pobres, se aman a sí mismos y buscan a los pobres para que ellos los amen y los mantengan, mientras continúa el engaño. “Hay algunos que quieren tanto a los pobres que los multiplican”.
Es el momento de despertar a la gente para que se den cuenta que solo la verdad nos hace libres, en cambio, la mentira (junto a todo lo que se hace mal) nos hará esclavos miserables.
Cristianismo y socialismo son incompatibles con ideales opuestos. Dios nos quiere libres porque nos ama y quiere que nosotros también amemos. (P. Manuel Tamayo)