Nos acercamos al final de un año que confirma lo que siempre decimos en Minuto Digital: la estupidez en las izquierdas es el grado inicial de su ignorancia, así como la idiotez es la bandera que los anima a decir cualquier tontería y llevarla como eslogan violento a sus expresiones políticas. Es la realidad de “esas y esos” caviares que viven atormentados porque nada les funciona bien, ya que todo lo hacen mal.
Nunca faltan las acomplejadas de las redes, a las que les siguen unos cuantos, y se les multiplican fantasmas de likes o corazoncitos de alquiler, como es el caso de una sebosa neuronal, de barrio ajeno que la rechaza y ella, ausente de identidades, es la hipocresía manifiesta de su presencia. Puede ser “profesora activista y militante” de colegio pituco, “abogada con una amiga machona” pero sin casos de defensa ni de acusación, o sea dos fracasadas absolutas que paran choleando en su dimensión desconocida, pero son entes caviares acomplejadas que siempre “señalan” a otros, pero no ven en el espejo de sus hipocresías; o tal vez es una empresaria -dícese- de las nuevas calles del antiguo barrio de Santa Cruz, donde se vendían las drogas que su marido aspiraba o consumía por la ñata, pero al final, sebosas caviares de porquería a las que nadie le responde en redes sociales, porque para perder el tiempo hay otros que por lo menos, parecen pensar, y ya sabemos que las morsas y las “sapas” no lo hacen.
Es una vida al revés de los reveses. No tienen la sartén por el mango e inventan cuadros imaginarios donde los gusanos están peinando sus huesos. Es que el mundo del lenguaje caviar, amofletado, de una sola neurona circuncidada, es lo que las domina. No son mujeres, ellas lo dicen así. Son lo que se auto perciben cada día, o sea, nada.
La estupidez es la marca comercial de los caviares y la ignorancia absoluta es el premio de las izquierdistas del odio.