El Perú es un alucinante espacio de contradicciones donde los imbéciles, los traidores, los tránsfugas, los ignorantes y los cobardes que se transforman bajo las sábanas del dinero sucio, son los referentes de multitudes que quieren ser vistas como sus ídolos de barro y estiércol, reyes y reyezuelas de la malignidad y la hipocresía, que un día lloran ante cámaras y flashes en un espectáculo que hace brotar lágrimas de tanta emoción inventada -pero bien armada para captar la sensación de los tontos que se conectan a esa sintonía de la manipulación- y los demás días hacen lo que siempre ocultan: abusar de niños y jóvenes, comprar carne humana para satisfacer sus enfermedades sexuales, abusar de los más pobres y manipular a los indigentes, avergonzar a mediocres y ansiosos de ser noticia, alquilar honras para enlodar otras honras y en algunas ocasiones, inducir a la muerte. Ese es el show de cada día en los medios de contaminación, ese es el fruto de los cárteles mediáticos, de las mafias creadas para usar el dinero público en una prensa que no es prensa, en unos antros ideologizados que sirven de ventilador contagiante de podredumbre.
De todos los espectros y miserias “humanas”, una en especial se volvió a mierdear en las pantallas, tal y como sus precedentes: un desequilibrado del alcohol y las pastillas, una enfermiza del espejo y los gritos, algunos de un clan que opera con datos y filtros de un servicio de inteligencia paralelo -aún no desmontado por completo- y los clásicos de algunas oenegés al servicio del odio, la violencia y el lavado de activos de muchas procedencias ocultas.
En pantalla, el tripolar se hace de semanas democráticas y hasta le dicen “valiente” porque hace algo así como ayudar a lanzar mensajes de lucha. Entonces, al verse aplaudido otra vez y sentirse que “podría ser él” la respuesta -no se rían, cuando está “empastillado y penetrado de resentimientos” sube su tarifa y crece su cochinada de barrio contra natura, se idolatra a si mismo, pero la realidad le va aclarando el terreno que jamás va a pisar porque no es ni referente, ni líder, ni tiene amigos, ni nada positivo, sino que es un simple empleado de un medio donde tuvo la suerte de caer, porque le dieron asilo de lástima y como siempre, lo escupió en el corto plazo.
Siempre fracasado por su perfidia mental y sus atrocidades sexuales, que llenan su hoja negra de sub-vida (debajo de la vida misma), al salir de donde le enseñaron a ser medianamente gente o humano, insulta, ofende, se hace machito con palabras contra las mujeres y los que le dieron un abrazo cuando andaba solo y lamiendo monedas finales.
Un buen Periodista no es esa escoria, eso es un pervertido metido en los medios y seguramente estará ingresando a nuevos shows, a nuevos maquillajes, a su camerino de espinas sin flores, a lucir colorinches y calzones ahuecados en esa historia de desamor y penurias de donde nunca va a salir.