A poco de acabarse este 2024 tan complicado y a la vez, lleno de excentricidades en la política peruana, donde las excepciones confirman la regla de estar atorados por una mancha de intereses de grupos de presión, más que de poder, vemos que existe un aire más limpio que viene con fuerza para despejar el cielo y hacer que se respire la esperanza por un mejor país, por una mejor democracia, por una mayor Libertad.
El año ha sido una secuencia de noticias escandalosas que a los ciudadanos ya no les llaman la atención y no causan mayor comentario que palabras más, palabras menos, en las redes sociales. No existe un impacto hacia la indignación, la colera o la ira, porque es inútil tratar de empujar a los peruanos hacia la violencia en las calles, hacia la protesta de insultos y escupitajos, hacia la agresión característica de las hordas de las izquierdas que solo quieren tener muertos y heridos para armar su santuario de lo que llaman “la heroicidad” (al estilo maoísta siempre, “sirviendo al pueblo, de todo corazón).
Las tonterías progres y caviares han sido un anexo de programas farandulescos, uno, dos o tres días máximo de chismes, rumores, invenciones y telenovelas podridas donde jugaron con los medios de incomunicación, los cerca de treinta y cinco “partidos” de las izquierdas, donde ni uno solo puede movilizar ni doscientas personas en una marcha por las calles (y por eso decimos, son máscaras, cáscaras, globos de aire contaminado).
Lo decimos y lo diremos siempre: “las izquierdas, los progres y los caviares, no tienen ideas, no tienen propuestas, son panfletos de frases contra lo que sea y por lo que sea”, por ello, fracasaron este 2024 y por eso se están extinguiendo, porque no sirven para nada bueno. No son ni oportunidad ni esperanza.