La reacción frente al perverso, miserable y cobarde atentado efectuado por la caviarada de una universidad “católica” es casi una rutina, pero ha llegado a un extremo que merece repudio absoluto, porque se trata de una infame campaña desatada por la izquierda pituquita y acomplejada, llena de frustraciones, que usa los millonarios recursos que recibe por años de años, de miles de padres de alumnos que estudian en sus aulas, para destinarlos autoritariamente en salarios de escándalo a sus privilegiados camaradas y activistas, con beneficios y lujos injustificables, tolerando y protegiendo conductas violatorias de la dignidad de los alumnos y trabajadores y además, con inmerecidos e inaceptables auspicios a eventos y “creaciones” que no tienen nada de cultura ni educación.
En la PUC -que no merece ni descifrarse su nombre, porque los actuales representantes son un insulto a sus Fundadores, en nuestra opinión-, no existe autoridad ni ética, no se cuenta con un debido respeto a los valores y principios que encarnan el catolicismo bajo cuya doctrina y ejemplo se construyó lo que hoy es no solamente diferente a lo que siempre fue en distinción y calidad, sino que se ha convertido en una degradante fuente de maldad por activismo ideológico y fanatismo marxista “de la nueva era”.
No se trata de una broma, sino de una ofensa a sabiendas. Es una provocación que está siendo respondida en las redes sociales, ante el absurdamente denominado Centro Cultural y la propia PUC y frente a los medios de la progresía y el hedor caviar, que dicen actuar teatralmente “expresando arte y cultura”, siendo absolutamente lo contrario.
Los imbéciles no son ignorantes, una distinción propia de los militantes de las izquierdas del odio, sino que los imbéciles de la actualidad, los de la PUC teatral y sus corifeos, son agentes de una tendencia extremista que en base a un resentimiento “tan propio de ellos y ellas”, se pretende que se permita extender como si nada de ello fuera ofensivo.
Frente a este atentado, el Cardenal Carlos Castillo, que ostenta el título de Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica del Perú y fue nombrado así por el Santo Padre Francisco el 15 de marzo de 2024, simplemente NO dijo nada directamente y ese silencio duró más de 12 horas hasta que se publicó un comunicado que no nos deja de llamar la atención porque está permitiendo que se agravie a Nuestra Santa Madre de Dios, la Virgen María.
¿Qué le pasa al Cardenal? ¿Porqué nuevamente se pone del lado de los ofensores de la Iglesia al permitir que esos afiches y propaganda siga en las instalaciones de la Universidad y sus sedes como el Centro Cultural? ¿Es permisible que el Vaticano haya elevado a Cardenal a quien calla y permite desde la propia Universidad Católica esta miserable “puesta en escena” que lleva el odio en toda su extensión y daño? Condenamos los silencios.
Para tener en cuenta:
El Cardenal Carlos Castillo Mattasoglio nació en Lima el 28 de febrero de 1950, es decir que el próximo mes va a cumplir 75 años de edad y por lo tanto debe presentar su renuncia ante el Papa Francisco que lo nombró a los 74 años de edad. Este un caso muy extraño. Será otro Cardenal progresista, como Barreto, de corta duración oficial y de, seguramente, unos años más de protección papal, un hecho que afecta a todos los Obispos y Arzobispos del Perú que podrían ser Cardenales a mucho menor edad y así tener mayor tiempo de servicio a la Iglesia, en vez de ser activistas o simpatizantes de la izquierda que tanto daño hace al país en su conjunto.