La política está tan desprestigiada como las instituciones públicas, por acción directa de las izquierdas e indirecta de sus oenegés “privadas” y los medios de comunicación que succionan cuantos fondos públicos puedan agarrar para promover la desaparición de lo privado. Es decir, están en contra “de” lo privado, pero se financian “con” lo privado. ¿Contradicción? No, estrategia antigua que los confiados demócratas toleran a sabiendas. Es como si le dieran a las izquierdas (extremistas, subversivos, progres, caviares, sindicalistas y mercantilistas) las armas para la destrucción de la democracia y la libertad… y agradecieran sus víctimas mientras van muriendo.
Lo mismo ocurre con el Congreso de la República, con el poder judicial, el sistema electoral, los organismos del Estado, los gobiernos regionales y las municipalidades: están infiltrados con militantes extremistas, subversivos, progres, caviares, sindicalistas y mercantilistas cuya misión es crear las condiciones del desprestigio, para crear a su vez las condiciones del cambio en camino a la revolución (pero esa palabra “revolución” no la pronuncian).
Y desde posiciones diversas en sus terribles acciones de destrucción de imagen y aniquilamiento institucional, van haciendo ingresar a más militantes, activistas y cómplices a las planillas del Estado, desplazando empleados públicos, para ser rodeados, hostilizados, aburridos y sustituidos por militantes extremistas, subversivos, progres, caviares, sindicalistas y mercantilistas de las izquierdas del odio. Más burocracia ignorante, que galopa en dinero de los contribuyentes.
Cerca de un millón y medio de personas figuran en planillas del Estado. De ese total, se requiere solamente a un poco menos de cuatrocientas mil, pero que sean bien educadas (formación y educación técnica y universitaria de la mejor preparación académica) y que no tengan antecedentes criminales. ¿Es posible hacerlo?
Si seguimos permitiendo el agigantamiento de la ineptitud del Estado, estaremos favoreciendo el maquiavélico rol de la izquierda, que es promover la manipulación, incentivar el engaño, reconvertir las mentiras “en nuevas verdades” ya que las izquierdas no tienen ni una sola idea, ni una sola propuesta para el progreso y el desarrollo del Perú y eso lo verificamos en las absurdas presentaciones de los viejos partidos con nuevos nombres, en sus grupos de violencia, en sus clanes de resentimientos y fobias a la libertad, en sus interminables bandas o mafias.
Hoy por eso, las izquierdas acomplejadas atacan, inventan mentiras y las sueltan como si fueran verdades, pero no les está resultando el negocio, ya no.