Alrededor de una mesa sucia, en el mismo bar sucio de siempre, los habituales sucios y socios del chisme sobre lo que ocurre en el país, se desangran en iras y cóleras cuando ven, leen, escuchan o les dicen que hay gentes que no se están callando, que hay gentes que no se quedan en silencio, gentes que no aceptan las mentiras y los inventos, en su rol de otras verdades impuestas y nuevos escenarios obligados, porque ya abrieron los ojos, ya destaparon sus oídos, ya deslacraron el sello que estaba sobre sus bocas y en especial, se dan tiempo para usar sus pensamientos y sus razonamientos al enfrentarse a los odios, y dan la pelea por la Libertad, en toda su dimensión humana.
Los tiempos en que las izquierdas del odio “imponían nuevas verdades” para desaparecer “la verdad”, se están acabando a grandes pasos, con mucha fuerza, con una energía incontenible que no teme ni se inclina a la masa resentida y vividora de los eternos burócratas y sirvientes de las ONG que han masacrado pueblos con mentiras y robos de los dineros públicos y privados que recibían -dándoles mal uso- y que convirtieron por décadas a todos los pobres en “su colchón” de generación de más dinero, para más violencia, más odio, mayor destrucción de los valores de la Libertad y la Democracia.
A los inventos de la igualdad de género, a la desgracia de promover la ruptura de la familia matrimonial, al horrendo cuadro de justificar ilegalmente el asesinato de millones de niños por nacer, al dramático destino de hacer que se maten también ilegalmente a los ancianos enfermos o a una persona abandonada que quiere vivir, pero la “convencen” ideologizados activistas y propagandistas mediáticos “que es mejor morir”, se sumaron en años de oscuridad, los manipuladores izquierdistas que impusieron “reformas” sin ninguna causa ni objetivo nacional, más allá de servirse de esas nuevas leyes para demoler la institucionalidad y desprestigiar a los actores políticos y los partidos que eran, en una forma u otra, conductos de expresión ciudadana.
En este proceso largo y agresivo, los medios de comunicación, los periodistas fanáticos del dinero sucio y la gran comodidad del delito impune, sirvieron entusiastas para la guerra sucia contra el pueblo. Y así nacieron medios de agresión, canales de escándalo armado, radios de gritos sobre la opinión, plataformas de mercenarios en la tarea de demolición efectiva. Han sido y aún son decenas, tal vez cientos de alquilados y cientos más de alquilables que hipotecaron y vendieron sus conciencias, formación e integridad, para dañar al Perú.
Pero los ciudadanos vieron el incendio, percibieron la maldad y sintieron que el silencio y la indiferencia no eran el camino correcto. Y respondieron, y respondimos y lo seguimos y seguiremos haciendo, incansablemente.
Tengamos muy en cuenta que si los mercenarios -asesinos, cogoteros- pasaron del crimen habitual a la política, compartiendo sus miserias, los nuevos mercenarios son peores, porque vienen del uso de la mentira, como puñal contra todos. Esos son “los nuevos periodistas”, los cobardes detrás del teclado, las hipócritas detrás de un micro en la radio, las manipuladoras que se maquillan con polvos falsos de humildad en las pantallas de televisión, las pobres diablas y los atrapa burros en el mundo virtual.
Todos esos y esas, NO son periodistas, son activistas del odio, sicarios de la desinformación, matones de los medios de incomunicación, arrastrando al periodismo al peor concepto y a la absurda victimización.
Hoy los hemos identificado. Ayer y por muchos años mintieron, manipularon, golpearon, mataron esperanzas, justificaron al terrorismo, aniquilaron instituciones y el honor de miles de soldados de la Patria. “Nos pegaron y duro, nos mataron y mucho” dice el poema andino que acaba diciendo “pero ahora, así nos den un beso en la mejilla herida, la otra está lista para dar la respuesta necesaria”. Y esa respuesta, es imparable porque se trata de la defensa de nuestra Libertad.
Entendamos siempre que no es víctima el periodismo agresor, no es víctima la sicaria mediática. Los periodistas de alquiler, son rostros hipócritas dándonos un beso en el rostro golpeado.