Por Saúl Castiblanco (Gaudium Press) ¿Se ha abierto una nueva era de persecución violenta a la Iglesia en Occidente?
Es difícil negarlo.
Después de las iglesias profanadas, saqueadas y quemadas en Chile; del hostigamiento, acoso y sin duda persecución a la Iglesia en Nicaragua y en Venezuela; de la quema continua de iglesias en Francia; o de la muy reciente quema de la imagen de ‘Jesús con la cruz a cuestas’ en la ermita del Santo Sepulcro de la villa de Tauste, en Zaragoza – España, es muy difícil afirmar que estamos ante un fenómeno casual, ante hechos aislados.
En Chile al principio no era tan visible el fenómeno, pues el ataque a las iglesias podría ser visto como uno más en el marco de los grandes destrozos que allá se siguen causando. Pero tras la profanación de la iglesia de San Francisco, en Valdivia, y el ataque a la catedral de Puerto Montt, no cabe sino asumir que se está en ese país bajo un ataque directo y sistemático a la religión cristiana.
Es como si una electricidad siniestra, de origen oscuro, enervara corazones predispuestos para expresar violentamente su odio incontenido hacia la fe, pasando por encima del temor a represalias o a la aplicación de la ley. Algo irracional, pero muy real.
Pero es claro no es solo Chile. En Francia la quema y los ataques a iglesias se han prolongado durante meses, pasando más o menos desapercibidas hasta que el volumen lo hizo imposible. A pesar de la declaración en contrario de las autoridades francesas, hoy por hoy muchos siguen creyendo que el incendio en Notre Dame no fue espontáneo sino premeditado.
Lo de la iglesia en Zaragoza, España, se suma a algunos ataques ‘no tan graves’ contra símbolos religiosos en los tiempos recientes. La cuestión es que en España cualquier quema contra la Iglesia recuerda hechos muy dolorosos, levanta fantasmas que aún no se han ‘exorcizado’, de un pasado aún no tan lejano…
Incluso en el bondadoso y pacífico Brasil, medios oligopólicos de comunicación perturban sus audiencias con ataques ya no velados, y más bien exacerbados hacia la práctica tradicional católica y a algunas de sus instituciones más conocidas. Y después de contemplar todo el conjunto, se pregunta uno, ¿qué va a seguir de ahora?
La Iglesia ya ha sufrido persecuciones, y las peores. Lo anterior no significa que no se teman, que no se sufran. Sin embargo, repasando la Historia que es maestra de la vida, la Iglesia sabe que durante los ataques, ahí sigue el Espíritu Santo animándola, sosteniéndola, haciéndola crecer. Y al final, así como Cristo venció la muerte, la Iglesia -en el poético decir de un obispo- contempla serena y altiva el pasar del cortejo triste y fúnebre de sus perseguidores.
Confianza, Cristo venció.