Que “no son eso que son y que son eso que no son” es el cuento más antiguo de la red de hipocresía caviar que se ha hecho hasta cátedra a lo largo de las últimas décadas, en que desde el Estado y diversos gobiernos locales, regionales y también desde algunas universidades de holgados presupuestos, fueron generando como discursos diarios en las mentes de los más jóvenes (tintineo de maldad) y haciéndolas repetición constante desde carátulas de los medios activistas de comunicación, tan proclives al daño y al cobro por debajo de la mesa.
Corrupción mediática para legitimar subliminalmente el odio, impunidad absoluta para permitir que se haga del odio, la forma de comunicar, explicar y convencer que la violencia es la salida que se requiere en un país que en vez de ponerle freno al retroceso, lo fue aceptando como parte de su historia. Por eso, las hordas reemplazaron a los partidos y, la demagogia, traición, engaño y populismo, reconvirtieron “la política” en esa asquerosidad actual que ha cobrado forma como clanes o cárteles de presión, en busca de poder.
Las izquierdas del odio, la transformación de la vulgaridad en corrección, el cambio de lo ilegal a “lo nuevo legal” y la deslegitimización de las instituciones, fue la tarea revolucionaria que cumplieron con efectividad y talento criminal los acomodados académicos progres y caviares desde varios gobiernos, sirviéndose de sus peones del también “nuevo proletariado militante”, esa masa que se emplea en marchas, protestas y muertes que luego van a ser la carátula del panfleto que convoque a más víctimas (tan necesarias en su agenda de sangre marxista).
Engañar, dividir, enfrentar, para luego resurgir como “puño en unidad”. He allí otra venenosa arma que con el odio se alienta, pero el manejo de la contradicciones como forma de nuevos avances no es tarea fácil y requiere el dominio de líderes o dirigentes (cada quien en su debida etapa y momento). Esto no lo tienen las izquierdas del odio hoy en día, de allí que el angustiante avance de los meses previos a las elecciones presidenciales del año 2026, haya puesto en jaque a esas izquierdas, carentes de voces y rostros, deslegitimadas ante el pueblo y ante sus propias masas diluídas-
Los objetivos de las izquierdas, desde las subversivas, extremistas, comunistas puras, socialistas de moda, caviares y progres de colores, se dispersan en intereses de los bolsillos de sus aspirantes al Congreso. La imagen reciente del partido comunista Perú libre, con el fracasado gobierno del procesado golpista Castillo, su ideólogo prófugo Cerrón y la indudable “madre de todas las traiciones” Boluarte, es solo una parte de la película del odio que las izquierdas han demostrado tener en escena permanente.
El destino del odio es extinguirse, como las izquierdas, del odio.