El Santo Padre, Francisco, ha fallecido en Roma, Ciudad del Vaticano, en plena lucha contra la mayor y más grave enfermedad del mundo: la guerra. Sin embargo, tuvo medicinas de alto valor, como la solidaridad administrando dosis diarias de esperanza, la entrega a los más pobres con el ejercicio rehabilitador de la compasión, la puesta en marcha del antibiótico de la sonrisa y las pastillas de liberación prolongada en la cruzada por renovar hábitos y paradigmas. Un cura del barrio de todos y con el rostro de muchos, ese era y será Francisco, el Papa que como San Juan Pablo II, hizo de cada viaje, la intensidad de la Palabra de Dios.
A mí no me inquieta hacer juicios críticos o dar señales de inconformidades, porque tengo sometimiento libre a Dios y obediencia a mi Iglesia, Católica y romana. Y tengo obediencia a la Iglesia y a su Vicario, el Papa, quien con los Obispos dirige la Iglesia.
Por eso, si bien a veces uno piensa u opina de alguna forma sobre lo que dice el Papa, este no es momento ni de críticas, ni de condenas, porque no nos deben surgir y a nadie deben alcanzar. Ha fallecido el Papa, no ha muerto la Iglesia.
Estamos viviendo circunstancias difíciles como humanidad y la Iglesia está enarbolando el mensaje que a algunos les desconcierta y a muchos les atrae. Un Mensaje que viene de los divino y esa tarea, la hizo Francisco una forma de llegar a más personas en el mundo, acercándose a distintas religiones y naciones, donde iba fortalecido en la Fe para llevar la Iglesia con un corazón dispuesto y una Fe inmutable, como San Pedro.
Francisco no es de, ni para homenajes. Hizo de su Pontificado casi una escuela renovada a lo antiguo, pero con la carga de lo nuevo, de la diversidad e inclusión bien expresadas, no como la manipulan los medios y políticos que ahora le lloran, cuando antes le observaban con una mezcla de odio sonriente y envidia a la carta.
¡Vamos con Fe!
Francisco ha sembrado su cuota en el apostolado, como Juan Pablo II y Benedicto XVI le enseñaron, en la más importante e impactante trilogía papal de la historia y recemos mucho, intensamente, para que se elija al Papa que loa tiempos exigen.
Descansa en Paz, en la Casa del Señor, querido Francisco.