Se dijo, se dice, se dirá: lo que las izquierdas en su magnífica insensatez y cólera, envidia y resentimiento, han logrado, es lo que los demás no pensaron, a pesar que se les dijo, se les dice y se la a seguir diciendo… trastocar todo, destruir las instituciones, voltear la verdad y considerar la mentira en nivel superior, darle a la inmoralidad el patrón de lo único aceptable, travestir la humanidad de perversiones y hacer de esas perversiones, la religión del sueño político. Las izquierdas, todas, sin excepciones, juegan a varios rostros pero son una misma caratula de odios, guerras sociales, destrucción de la honradez y honestidad. Y es que el juego del delito convertido en una aspiración irracional de presión y de poder, se ha convertido en la insignia de supervivencia y dominio de ese marxismo que ahora no se llama así, sino progresismo, ambientalismo, derechos-humanismos de los asesinos y protección de los que los protegen (en cualquier ámbito de la vida, economía, comunicaciones, y hasta religiones invadidas de una negación interna abominable; la política hecha ahora, una nueva cueva del delito y costumbre del chantaje y la extorsión…).
El mundo no camina, retrocede a las cavernas del no lenguaje, del apaleamiento entre bestias escondidas en las cavernas, vestidos con pieles de animales que quieren ser esos animales, porque les temen. Son los nuevos gorilas de montaña que nadie de los que quedan en sus islas de protección (las familias por ejemplo), aceptan escalar y usarlas como escondite, porque son prisiones de la nueva sociedad, del nuevo orden mundial.
Lo que George Orwell expresó, es la ahora la situación normal de la anormalidad. Todo es una puesta en escena en el teatro del absurdo, hecho realidad aceptada por todos al decir: “El lenguaje político está diseñado para que las mentiras suenen veraces y el asesinato, respetable”.
No le creas a los medios de siempre, a los que te dicen su manipulada interpretación “como verdad”, porque son máquinas tragamonedas de la corrupción, avernos de la impunidad.
