El daño es proporcional al discurso de odio y resentimiento que las izquierdas actuales, modernas en su forma pero tradicionales en sus daños, vienen desarrollando por décadas de “reconversión hacia el engaño”, para que las democracias sean “nuevas democracias”, para que la justicia sea una “nueva justicia” y para que la dictadura del proletariado sea ahora, la nueva dictadura de la nueva verdad, única verdad, del también nuevo nombre del partido comunista. Por eso, dejaron de llamarse marxistas leninistas, socialistas, mariateguistas, vanguardia del obrero y del campesino, frente revolucionario y la variedad de comunismos que los financiaban (soviético, chino, albanés, castrista, pro coreano, vietnamita… fuentes criminales todas, sin excepción, ahora son “verdes”, “juntos”, “morados y amarillos”, “del buen vivir”, “de la gente”… hipocresía absoluta.
Hoy que callan y no dicen revolución, sino estallido social, tal y como no dicen lucha de clases sino reivindicación en camino, los de las izquierdas del odio se encuentran en campaña por rodear a las familias con el cerco del fuego de la agresión y la violencia, si es que no se les acepta como única verdad sus directrices, mentiras y mandamientos que se recogen a diario en redes sociales y en los medios activistas de comunicación, llenos de sicarios del periodismo, agentes de la guerra contra la humanidad.
Es tan dura esta batalla que se da en tantos frentes, que las religiones han pasado a tomar el primer lugar y de ellas, el catolicismo es el objetivo número uno, el prioritario. Así, los periodistas militantes siembran acusaciones y logran generar enfrentamientos entre los dirigentes de la Iglesia, removiendo lo que sea para desencadenar la discusión, la polémica y la pelea. Y como la Iglesia no es un partido político ni una guarida de ladrones, es usual que se caiga en las redes malévolas de la manipulación que fuerza con fuerza las divisiones y separaciones.
La Fe está por encima de toda revolución, porque las revoluciones causan sangre en los oprimidos, explotados y confundidos que caen en las garras y los disparos de los mercenarios del totalitarismo comunista.
Tenemos que estar muy alertas, porque solo nos quedan nuestros hogares, nuestras creencias en silencio, nuestra escala de apatía y temor para no perder lo logrado, porque nos acechan los extremos y nuevos totalitarismos, los que vienen en bandeja de plata, con cubiertos de bronce y comida envenenada.
Debemos salir a navegar en la tormenta, para anunciar una nueva victoria contra el odio.