La belleza en la palabra. Repensar las bases en la educación (Encuentro, 2025, Kindle edition) se suma a las varias voces de intelectuales que proponen una educación nutrida en la tradición de la cultura occidental y centrada en la persona. “Esto equivale -afirma el autor- a preguntarnos por la diferencia que marca el tener en cuenta que un ser humano está hecho, no para el procesamiento de datos, sino para la sabiduría; no para la satisfacción utilitarista del apetito, sino para el amor; no para la dominación de la naturaleza, sino para la participación en ella; no para la autonomía de un yo aislado, sino para la comunión (p. 8)”.
Educar los modos de hacer, propiciar las habilidades de los estudiantes para facilitarles su inserción en el mundo laboral es conveniente, pero no lo único en la educación. Se puede profundizar y llegar a formar jóvenes no sólo hábiles para resolver problemas prácticos, sino también jóvenes que sepan diferenciar el precio del valor de las cosas. Caldecott propone tres ejes en la educación para conseguir personas hábiles y sabias: recordar (gramática), pensar (dialéctica) y hablar (retórica). Es decir, recuperar la tradición clásica de la educación que Hugo de San Víctor (1096 – 1141) describía como sigue: “La gramática es la ciencia que permite hablar sin error; la dialéctica es la discusión clarividente que separa lo verdadero de lo falso; la retórica es el arte de convencer de todo aquello que es conveniente (p. 15)”.
Para nuestro autor la gramática es enseñar a recordar porque hay una realidad dada, cuya riqueza se manifiesta en una diversidad de seres: naturaleza, cosmos, personas; aromas, colores, texturas; inmanencia y trascendencia. Es una idea similar a la que expresaba George Steiner cuando se refería a la gramática de la realidad o Benedicto XVI al hablar de la gramática de la creación. Octavio Paz lo supo decir en uno de sus poemas: Soy hombre: duro poco/ y es enorme la noche. /Pero miro hacia arriba: /las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura/ y en este mismo instante/ alguien me deletrea”. Recordar es enseñar a contemplar la realidad, tocarla, descubrirla en su aparecer y esencia, deletrearla en lo que tiene de escritura. Aprender a habitar la casa común y volver a ella es algo semejante a esa otra experiencia de volver al hogar familiar: “sin recuerdos, no hay hogar; solo un lugar como otro cualquiera (p. 57)”.
De la gramática pasamos a la dialéctica, es decir al arte del análisis o discernimiento de la verdad. “Este proceso de pensar consiste en aprender a situar todos los acercamientos a la verdad en el orden correcto, ver cómo se combinan para ofrecer una imagen más completa de la realidad como un todo, para cuyo fin necesitamos la poesía tanto como la ciencia, la imaginación tanto como la razón, la empatía tanto como las matemáticas (p. 85)”. Como se ve, Caldecott tiene una visión amplia del pensar. No es suficiente la razón calculadora o la razón técnica. El dato exacto es importante, sin hechos, sin espíritu de geometría no damos cuenta de la realidad en sus conexiones. Sin embargo, el dato no lo es todo, igualmente es esencial el espíritu de fineza (Pascal) que da cuenta de la poesía que se encierra en el dato exacto, aquello que no se deja atrapar en un silogismo y no por eso deja de ser real. Juan Ramón Jiménez lo supo decir en este bello verso: “¡No le toques ya más, que así es la rosa!”
El siguiente ámbito es el de la retórica que no debe entenderse como un conjunto de técnicas para impresionar (oratoria, elocuencia), ni un medio para manipular la voluntad y las emociones de otros (sofistería, publicidad). Su esencia es otra, se trata de liberar la libertad del interlocutor mostrándole la verdad de forma comprensible. Es el arte de mostrar, convincentemente, la verdad que alberga la propuesta (cfr. p. 109).
La propuesta de Caldecott aspira a contribuir a la civilización del amor a la que se refirió San Juan Pablo II. Su enfoque es sugestivo y será de mucho interés para los educadores y colegios cuyo ideario tenga una impronta cristiana y humanista. En el eje de su planteamiento está Dios como Caridad a quien coloca como el fundamento de toda educación humana. De ahí que educar la inteligencia, la voluntad, el corazón en sus diversas manifestaciones, a la luz de la tradición clásica, sigue siendo un proyecto retador para seguir creciendo en humanidad y en el sentido trascendente de la vida.