Ser de izquierda en el Perú, es algo que ya no significa por lo menos, un poquito de representación ciudadana, ni siquiera sindical o de grupos que antes eran algo así como las banderas de lucha que trataban de tomar para ser vistas como el rostro de la protesta y la esperanza de una conquista. Las izquierdas, siempre divididas por dinero y por puestos en el Estado, bajo el gobierno que sea, han dejado de tener mirada visible y discurso que capte o se haga sentir como identificado con los campesinos, los obreros, los estudiantes, es decir, el público que decían que les acompañaba -supuestamente- en cada contienda electoral, pero era insuficiente para triunfar porque el pueblo no sentía que las izquierdas llevaran un mensaje de opción y oportunidad ciudadana, sino un miserable trozo de odios y resentimientos puestos en escena como plataforma política.
Las izquierdas, con cada fracaso de gobierno, se enfrascaron en ser modernas a su estilo y ensimismadas en su vanidad y soberbia. Lograron hundirse el cuchillo de la traición gratuitamente entre sí, porque nada une lo que siempre divide y siendo como son, marxistas de nacimiento, estallan en pelea por la postulación amañada, por el cargo logrado en asambleas de gritos interminables y golpes bajos, donde el más bruto entre los brutos, siempre se logra imponer al grito revolucionario de la traición.
Hoy, cercanos a un año electoral que ya calienta en redes y algunos sectores mediáticos, repasamos a los eternos candidatos y candidatas de las izquierdas del odio y ni uno solo es, podría ser, quizás, tal vez, el sueño de tener de nuevo a un monigote o a un manipulador en el poder, en Palacio de Gobierno. Y es que son tantos los poco seso y uñas largas del marxismo cobarde que ya no se quiere denominar “comunista” o “socialista”, que ni uno solo es una mínima opción como candidato a la presidencia. La crisis de las izquierdas del odio han dado lugar a que los tránsfugas de sus establos se pinten como cebras y mansas yeguas, pero el hipopótamo sigue siendo el hipopótamo y las cacatúas sigan siendo cacatúas.
Las ambiciones, peleas y desesperación por el protagonismo en todos los grupos de la izquierda del odio, les están provocando una desilusión nunca antes vista, porque a la sequedad de sus bolsillos se les va a sumar que no exista nadie que los llame para nada, ya que en la mente de los ciudadanos ha quedado establecido quiénes son y dónde están los que han traicionado al país, siendo comparsas de Humala, Vizcarra, Sagasti y Castillo.
¿Es el fin para las izquierdas del odio y para sus aliados temporales los caviares? No, aún no, pero se acerca ese momento, está muy cerca y hay que ayudarlos en su entierro.