No tenemos que patentar la desgracia, porque los desgraciados son los que mandan y las víctimas son las que aceptan con todo gusto que esto siga siempre hacia abajo, pero mucho peor, como diciéndonos que no hace falta exigirnos la derrota moral, el hundimiento de valores y la crisis hecha ventilador permanente, sino que estamos convencidos que lo que sucede “no es nada comparado a lo que puede venir”. Y por eso, luego de ver a Humala y su jefa Nadine hacer del poder una telenovela, luego de Kuczynski y su tristemente olvidado “gabinete de ministros de lujo, vacacionando en el caribe cuando el norte se desangraba”, seguido por el más sinvergüenza y criminal gobernante de la historia del Perú, el tal Vizcarra -“su” vicepresidente de Kuczynski, no lo olviden- y sus socios militantes de los medios de comunicación que se enriquecieron en la pandemia, irregular e ilegalmente en nuestra opinión, tanto como con Sagasti y su endeble y caviar forma de estar en Palacio no haciendo nada más que tomarse fotos y mirarse en el espejo de la soledad que le daba su ausencia de visión de país… tanto como el limitadísimo Castillo y sus socios Cerrón, el ideólogo del mal y la cajera Boluarte que se ha llenado de mascarillas y grasa de delitos, la historia política del Perú del Siglo de la Oscuridad, el que vivimos sobreviviendo, es reflejo y miseria de lo que ocurre a todo nivel, en especial, en y desde las instituciones del Estado, desde los poderes que se dicen públicos, pero son de servicio privado.
No pasa una sola semana en que el teatro del absurdo y el escándalo se apodere de la escena nacional, de los titulares de los medios y del debate en las redes sociales. Estamos en el remolino de la mierda dando vueltas y vueltas sobre lo fétido e inmoral, encima de tomas y dacas, debajo del lodazal del hambre de la corrupción.
Nos hemos acostumbrado tanto a vivir en crisis, que la deseamos para seguir activos. ¿Es ese entonces, el país que queremos mostrar y dejar en herencia a nuestras familias? Ya basta de buscar lo mismo de siempre, para acabar en el basurero de toda la vida.
Hay 43 partidos y más de cien “postulantes a pre candidatos”. Ese es el gran drama nacional. Las bestias se han vestido de gente, para dominar el corral del escándalo y mientras tanto, se alimenta el odio nacional desde las instituciones que han dejado de llamarse o reconocerse como “instituciones”.
Estamos en el país del “siempre ocurre lo mismo, pero lo haremos peor”.