El fallecimiento de un testigo o mejor dicho la desaparición de un “colaborador eficaz” clave en la trama de los sobornos a quien fue Alcaldesa de la ciudad de Lima, así como a su entorno de socios políticos y delincuenciales, ha llegado en un momento en el que su muerte, para decirlo en palabras de la mafia- “era necesaria”, porque de la ratificación testimonial, se iban a derivar evidencias contundentes para sentenciar a la oscura representante de las izquierdas acomodadas o caviares, que durante las últimas décadas en especial, han dilapidado recursos del Estado nacional, gobiernos regionales y municipalidades, de forma escandalosa, perversa y cubierta de un manto de impunidad cuya base reside en los medios de comunicación y oenegés creadas para succionar dinero público de forma directa o indirecta, además de sus partidos políticos “hechos a la medida”.
Han ocurrido una serie de casos, de forma secuencial, que se han ocultado de la información pública, porque se encuentran relacionados con los representantes de las izquierdas y sus fechorías. Estos casos vienen registrados desde el gobierno de Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Martín Vizcarra, Pedro Castillo y ahora, de Dina Boluarte en que se llega a la cereza del pastel de sangre que la mafia que viene desde Odebrecht, ha ido construyendo en un esfuerzo terrible de mantener con un paraguas de impunidad a la convicta Villarán, jefa a todas luces de esta terrible organización que va cobrando víctimas entre sus protagonistas y camaradas.
No vamos a analizar el deceso de (a) “Budián” porque eso le corresponde a las autoridades y especialistas en la investigación policial. Sin embargo, no podemos dejar de comentar que el principal colaborador eficaz de toda esta historia que se ha venido extendiendo en su desarrollo y proceso judicial, no contaba con ningún elemento de seguridad personal, sabiéndose que, más que un colaborador, era un “delator” que debía estar protegido, ya que de sus palabras y afirmaciones, estaba clarísimamente detallada la red de “beneficiarios de los dineros de la mafia brasileña”.
Hoy, los socios de la corrupción de las izquierdas del odio bailan y festejan que el colaborador eficaz ya no suba al estrado a declarar. Hoy celebran los medios y dicen que “fue hallado muerto” deslizan la manipulación con la frase “probablemente se habría suicidado”. Hoy, la convicta Villarán debe estar callada y a la vez, sonriente, como siempre lo ha estado, sobre la miseria que la hunde pero nadie procesa debidamente y nadie sentencia de una vez por todas, luego de años de evadir a la justicia.