El odio, amigos y no amigos, no genera respaldo ciudadano ni identidad popular. El odio en política -además- se vuelve un muro que asquea a los electores, en especial a los más jóvenes, porque las personas esperan encontrar ideas y propuestas en las palabras de los aspirantes a gobernar el país y no un discurso “de a veces”, quincenal o semestral, donde reaparecen para atacar, insinuar, difamar y calumniar a los que están más cerca de acceder al sillón de Palacio, una curul en el Parlamento, una gobernación regional o una alcaldía provincial. Entonces viene la pregunta inevitable: ¿Es que aquellos ausentes de integridad e identidad, están propagandizándose por gusto a ver si “chapan algo” en el camino que les ha tocado asumir? Sí, y como saben que no son nada y no valen nada, usan el ataque a quien se les ocurra (porque ahora es muy cómodo hacerlo, al haber tantos que causan rechazo), pero no ganan adeptos ni simpatizantes, ni activistas en su causa, ni militantes en su ideología ocasional.
Son “los culpables de siempre, los enemigos de siempre, las izquierdas de siempre” que, en estos tiempos de internet y redes sociales, han sido descubiertos diariamente por los ciudadanos y sus familias, en una batalla que se realiza todos los días y con todos los medios de resistencia al alcance de los millones de indignados (es decir, de los ciudadanos que se han cansado de ser demasiado tolerantes, con quienes los quieren eliminar).
¿Saben ustedes cuando la política se volvió un asco y un asunto de mafias? Con el crecimiento de las izquierdas y sus tácticas de generación de expresiones de resentimiento llevadas al odio en la práctica militante, en activismos de ira y grito pidiendo sangre o empujando víctimas a la muerte. De eso se trata hoy “la nueva revolución”.
¿Y quién lidera esa destrucción izquierdista? ¿Tiene algo de arraigo popular? Ni uno solo de los nombres que se auto proponen y auto perciben desde la trinchera del odio como opción al 2026 tiene la más mínima posibilidad de superar el 2% de los votos emitidos. Por eso, quieren “sumar a los que restan” y no encuentran ecuación que pueda dar resultados. Ese es el gran fracaso caviar, la auto demolición progre, el anfo ideológico extremista algo dañado, que ha explotado internamente para resquebrajar sus débiles estructuras morales. Fracaso, fracaso y un resentimiento enorme, son lo que dejan en herencia a células dispersas y divididas “los líderes que no lo son”.
Sin embargo, mucho cuidado porque la ignorancia, elevada con un mensaje de estupidez, se nutre de populismo y demagogia para contagiar falsas esperanzas y si a eso se le añade el condimento de la violencia, enciende una pasión de adeptos temporales que puede resultar en otro Humala, otro Castillo, otro imbécil dispuesto a destruir al Perú, tanto como sus socios, como un Sagasti, como un Vizcarra o una Boluarte. Y en eso, los de las izquierdas del odio son expertos y no van a dejar el poder -si lo vuelven a alcanzar- porque han aprendido a extorsionar y a reprimir, gracias a sus operadores mediáticos y oenegeros, los verdaderos dueños del poder en el país.
Amigos y no amigos, queda mucho por hacer, en lo que queda de tiempo. Ese es el problema.
Imagen referencial, organicolors, como representación de la cubierta de colores, sobre la realidad oculta