Discutimos sabiendo que la respuesta nos hace discutir más, porque en el mercado de pre candidaturas para la presidencia del Perú, todo está entre podrido o con fecha de vencimiento, entre lo que no duraría y lo que nos podría condenar a seguir en lo mismo, largo tiempo el peruano oprimido, sometido a su eterno gusto y placer por el silencio y el acomodo, mientras seguimos siendo espectadores del caos que permitimos, ya que el asco que tenemos hacia la política, es el condimento perfecto para los políticos que eternamente se rotan en el poder de la nación. Esa es la realidad, muy dura y difícil de cambiar, porque no asumimos nuestro rol ciudadano y dejamos en manos de los sinvergüenzas, que asuman el gobierno que se construye para dañarnos (y por eso, les pagamos cada vez más, y nos quejamos cada vez más, sin hacer nada, cada vez más).
No se trata de pesadumbres y lamentos, sino que es lo de siempre y parece ser que para siempre. El gusto hacia la estupidez es innato entre peruanos y no voy a decir como otros “me disculpan, pero es así”. La realidad, repito, es muy dura y difícil de cambiar, pero hay que provocar el cambio, estimular la rebeldía, enfrentar la sinrazón, de lo contrario, seguiremos en lo mismo y con los mismos. ¿O no es así hace décadas?
Es tan pobre la oferta pre electoral, que el desgano le hace creer a muchas personas que cualquiera es mejor que lo que se anuncia y eso, es un gran error, repetido error, porque nos acostumbramos a la mediocridad o peor, a lo más degradante, decepcionante e ignorante, hasta el extremo de preferir que siga Boluarte, porque si debe de reemplazarla un Congresista… “Dios nos ampare”. ¿Se dan cuenta? Si desde hace muchos años en el Congreso se tiene un listado inacabable de imbéciles y delincuentes, cobardes y mercantilistas, aprovechadores y mentirosos, es ilógico pensar que uno de ellos tiene la más mínima consistencia para reemplazar a quien gobierna desde la inconsistencia. Entonces, preferimos -es un decir-, nos suicidamos lentamente para no morir de golpe con algo peor que Castillo o Boluarte, Cerrón o cualquier innombrable que provenga de esa cueva del crimen político que llamamos “congreso”.
La sensación de “no hay nadie”, nos está empujando a ver como salvación “lo que sea”.
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