Una verdadera campaña electoral, no es andar alocado de entrevista en entrevista o de pantallazos en las redes, más algún comentario en notas de prensa que no impactan hacia los ciudadanos y sus familias. El concepto de saber lo que quiere la gente, es algo caduco y mentiroso porque no le hablan a las personas, sino que contratan a quienes les van “leyendo la tendencia” (esos, los agoreros que viven aprovechando la ignorancia del partido y su representante presidencial, se la llevan en bandeja de oportunismo). Por eso no hay secuencia de mensajes y tampoco frecuencia de ideas y propuestas, sino el clásico desorden, el esperar “qué dicen o dejan de decir los que puntean para ver si se les ataca y se gana así un espacio propio” pero sobre el espacio del ajeno. En realidad, una torpeza porque los espacios de casi 35 pre candidatos son muy estrechos y entre todos no se supera el 50%. ¿De qué hablamos entonces? ¿De elecciones con un proceso lleno de miedosos e ignorantes? Parece serlo.
La campaña es permanente pero los candidatos y candidatas están escondidos bajo la alfombra esperando la matanza del día central del debate nacional, donde todos los ojos y los oídos se supone que están en alerta para poder decidir hacia quien se inclinan y cómo se va a votar para presidente. Esa es una suposición y no la realidad, no la consecuencia del debate porque serán tantos los invitados al debate, que no existirá atractivo potencial. El menú se ha convertido en una larga lista de platos de rechazo, sin sabor, sin gusto, sin aroma, medio podridos y casi fermentados, volviendo el apetito contrario a la degustación.
No atraen los candidatos, por lo menos los auto anunciados y por otro lado, las decenas de partidos políticos son casi inexistentes y terriblemente fantasmales, se presentan a gritos diciendo tonterías populistas para aparecer en las encuestas y “si se dan las condiciones y la suerte” llegar al 5% que les permita algunas cuotas de gobierno, quizás un ministerio, asesorías para la familia del dueño del partido y participación de alquiler (como se debe de decir), con los votos en el futuro Congreso.
De lo más extraño o tonto, pero ni uno solo de los candidatos está en campaña constante y pública. como tiene que ser-, ni en las extremas izquierdas, ni la mancha progre o caviar, ni las derechas que quieren ser derecha o ya no se dicen así.
Un mercado político falso, un proceso electoral sin partidos institucionalizados y con enormes vacíos de liderazgo, configura un pésimo escenario donde puede ganar el mayor ladrón, el asesino, el inescrupuloso y mentiroso o el sometido que esperan los grupos de poder y los grupos de presión. Un país así, seguirá como siempre, pero peor.
¿Despertará alguien de entre el montón?