Los sucesos de Nepal, una nación que los zurdos ni siquiera saben donde queda, no son un arma de contagio en sentido contrario al que los medios activistas están empeñados en crear como mito y remedio, porque en Nepal lo que se ha derrotado es al comunismo radical y no a un gobierno democrático, tanto como el pueblo en su larga historia de dominación absolutista pudo sacar a los conflictivos monarcas de la dinastía Shah que estuvieron más de 240 años en el poder absoluto. ¿Eso lo han informado los medios aliados o manipuladores de las izquierdas del odio? No, no lo hacen porque su ignorancia es enorme y no sabían nada de Nepal ni de su proceso político que ha variado de monarquía histórica a monarquía histriónica con el comunismo en el poder.
Nepal ha pasado de una monarquía muy larga, a largos gobiernos comunistas que luchaban -y aún lo hacen- contra la idea de retornar a la monarquía o aplicar fórmulas radicales; así han provocado una gran desilusión y animadversión a la política y sus dirigentes por la corrupción y su consecuente impunidad y, ese malestar general tuvo un detonante cuando en las redes sociales, particularmente en TikTok se difundieron los “estilos de vida” de los políticos y sus hijos. Ello, en la mentalidad de los nepalíes -sus ideas y pensamientos están muy influenciados en sus conductas y decisiones por la religión que los agrupa históricamente- ese quiebre de orden social, hizo que “reventara la paciencia del pueblo” por una sensación popular de que era imposible vivir así.
El grito desde las redes sociales atemorizó al gobierno y obligó a que el primer ministro de Nepal, K.P. Sharma Oli, líder del Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado) (CPN-UML), quien ya había asumido el cargo en julio de 2024 y ya había ocupado la jefatura del Gobierno entre 2015 y 2016 y nuevamente entre 2018 y 2021 renunciara. Es decir, no era un desconocido, no se trata de una irrupción tipo “estallido social”, sino que el desborde permanente del Estado, dirigido por los comunistas enquistados en el poder, provocó la crisis popular que iba acumulando iras que ahora han aumentado porque tampoco hay un liderazgo alternativo en Nepal, porque ha sido un grito y expresión popular importante sin duda, pero desarticulado, desorganizado y sin proyección. Así como en muchas naciones, la desinstitucionalización y el desorden político instauran un clima de indiferencia y nula participación hasta que aparecen tormentas agresivas (violencia del discurso como generación de impulso y desencadenante, pero hay que “descubrir y matizar” el discurso para que penetre en la mente de la juventud más pobre y en eso, las izquierdas tienen un laboratorio preparado en acción, vía sus ONG), en Nepal el comunismo es el otro lado de la historia y no existe un punto medio que ponga fin a la influencia monárquica y la dominación comunista porque hasta la geografía los somete a China y Rusia.
La protesta popular no la efectuado ni generado un partido, ONG o colación política, la ha hecho la gente y han salido otra vez, como siempre, los jóvenes idealistas que no tienen un solo rostro de identidad que los aglutine y conduzca. En tal escenario, ¿La calma será cercana en Nepal y todo volverá a su nivel? Sí, se prevé que ello ocurra, como antes sucedió, es su idiosincrasia el péndulo de elegir mal, muy mal, y repetirlo, para en un silencio largo sin movimientos, llegar al otro extremo… encender la protesta y de nuevo, a lo mismo de antes.
Viendo estos hechos, existe un mensaje que los comunistas, progres, caviares y toda la ralea de las izquierdas del odio están intentando sembrar: “esa es la fórmula de hacer caer gobiernos que no nos gustan”, pero cuidado, no es correcta esa “lógica tan ilógica” porque por ejemplo, en América Latina los denominados estallidos sociales no han conducido en el tiempo, a nada concreto ni positivo, no han construido el camino que- dicen-, deseaban para sus países, porque los líderes y dirigentes nunca han actuado en un mínimo nivel de liderazgo y conducción, sino que han seguido en sus personalismos y gritos de “contra todo y contra todos” (destrucción, arrasar, matar).
Un clarísimo ejemplo es lo ocurrido en una deslucida marcha “contra las AFP” (y no hay nada más desprestigiado en el ámbito de lo privado que usar ese término, pero por culpa de las propias AFP, tan carentes de líderes y voz como gremio, a diferencia de sus inicios como sector previsional moderno).
Esa marcha, que debería ser a favor de una propuesta y de una alternativa, en vez de rechazo a todo y odio a todo, convocó a menos de 300 personas incentivadas por una bolsa que les proveía de recursos, cobertura de medios y una plataforma de ONG para “estar listos para el escándalo, los muertos, una mujer con el rostro herido y su brazo moreteado, un niño golpeado por la policía de la dictadura y un periodista en el piso ahogado por las bombas lacrimógenas”. El Comunicado ya estaba en las redacciones y en el correo hacia la CIDH y la Relatoría de Derechos Humanos de la ONU… pero les fallaron los activistas y militantes de la subversión social y política.
Nepal NO es el Perú, no funciona de esa manera. Nepal pudo ser Perú hace años, cuando Vizcarra condenó a la muerte a doscientos mil peruanos, cuando Castillo estaba por instaurar una dictadura comunista con su golpe de estado, cuando Boluarte aún era la secuencia de Castillo, inspirada en su ídolo de siempre, Vladimir Cerrón, el reo ausente, el prófugo más protegido de la historia, el iluso que pretende ser la sexta espada del comunismo.
Amigos y no amigos, ¿saben qué? La izquierda, las izquierdas del odio, sobre todo los extremistas cercanos a la subversión, con máscaras caviares y progres, son la hipocresía y cobardía en escena. Ellos no convocan, más bien incitan a que los jóvenes vayan en la primera fila, empujados a crear peleas en las calles, soliviantados para molestarse con iras inyectadas en discursos de maldad, gritando, desbordando violencia y luego, llorando a compañeros que serán recordados en las siguientes colectas para el bolsillo frondoso de los dirigentes que no van a las marchas, pero las promocionan como si ellos fueran los inspiradores de una nueva revolución.
El fracaso de las izquierdas no se cambia con un “nepalaso” que aquí no les va a funcionar.