Cuando asistimos -nuevamente- a un escenario electoral, como que la realidad se pone más cierta, como que las cosas van hacia el rumbo de siempre, es decir, al vacío, ese inmenso lugar donde la peruanidad reposa como en un ataúd, esperando que se abra y resucite el que pudo ser y nunca será, mientras otros sueñan en importar al que lo hace bastante bien en otro país y aquí necesitaría clonarse, como un “Milei o Bukele peruano” al que los extremos contrapondrían clamando por un “Evo, un Lula, una Bachelet o un Chávez peruano” y así, hay para pedir tanto, como para morir hay mucho. Lo problemático -o la bendición- es que sería peor con cualquiera de esos ejemplos sobre la piel de un gobernante peruano, porque nuestra tierra es de tal magnitud y complejidad que sólo nace una excepción cada cincuenta o cien años, para darle una sonrisa al país y mientras tanto, los que son émulos de “o se parece a”, nos llenan de desgracias y muchas calamidades que soportamos… “largo tiempo, el peruano oprimido”.
Este fin de semana hemos discutido mucho en Minuto Digital sobre los candidatos, las planchas, los que aspiran al nuevo Congreso que ahora estará compuesto por un Senado y la Cámara de Diputados, incrementando los viajeros futuros, los usureros de nuevo terno brilloso y las de blusa que revienta de grasa y colorinches, también los especuladores y garantes de contubernios y conspiraciones para seguir con el cuento de las vacancias y a ver si se chapa alguien como para presidente “interino”. Vamos a tener nuevas lavapiés y corta uñas, come pollo y guasaperos de mensajes eróticos y acoso, decenas de nuevos asesores entre los cuales nadie garantiza que no volverán agresores sexuales de niños -como los que contrató la izquierdista “pro trans”-, centenas de rostros llenos de ambiciones desmedidas, entre las cuales está ser el futuro congresista de un nuevo partido.
Destruir la poca frágil democracia no es solamente el obsesivo objetivo de las izquierdas del odio, sino el papel necesario de los mercantilistas -de los medios, de las oenegés, de grupos de presión y de poder-. ¿No lo sabías?
Entramos casi de lleno en el trompo de la horca para definir en la mayoría de los partidos, si serán los dueños de los cárteles políticos, sus empleados de siempre o sus “amigos temporales” los que lleven las banderas del color estafa en estas elecciones de ironía, proceso de peleas de farándula, curso de promesas de engaño a gran escala para satisfacer los bolsillos de los piratas de la Democracia, los verdugos de la Libertad.
