Seguimos en lo mismo cada día, sin aprender que en la repetición está la causa de los círculos viciosos de la realidad nacional, esa que tanto se analiza y se describe, pero que jamás se toma en serio para recomponer y comenzar una nueva era donde el pasado humillante deje de ser un recuerdo y se convierta en lo que jamás volverá a ser. Tenemos que saber enfrentar lo que sucede como castigo, como herencia o como desdicha, para generar rumbos de progreso y desarrollo, que nacen del encuentro y la voluntad de quienes salen a enfrentar al odio con las armas de los valores, virtudes y principios que abundan, pero han estado sometidos, hundidos y a la vez, tapiados por la represión de la deshonestidad intelectual en las escuelas, universidades y el mismo Estado.
El desborde del Estado generó una permanente crisis popular, como muy bien lo señala Ricardo Escudero en sus ensayos. Y añadido a ese concepto general, se encuentran las particularidades del ensañamiento progresista de la izquierda del odio contra lo que significa Patria, nación, comunidad, asociación, colectivo, partido político, país y familia. Ese ensañamiento sirvió y aún se emplea desde la izquierda del odio, para destruir la formación que en cada niño debe fortalecerse a lo largo del tiempo, en cada etapa de progresión etárea, de forma imparable, a fin de evitar la desgracia del “desnacionalismo” “antipatriotismo” y el perverso egoísmo del “no me importa nada”.
Envolviendo esa maldad de la izquierda del odio, en el Perú seguimos viviendo la nefasta Era Caviar, un período largo de convulsiones que tiene calendario de agresión y objetivos de ataque y aniquilamiento: las escuelas y las universidades. Para legitimar los discursos y los “elegidos” de la Academia, la envoltura de la pequeña burguesía que se aplaude entre sí y rota entre medios y conferencias del mismo público y guion de fanatismos, ha ideado una larga serie de normas electorales que nos están llevando al siguiente callejón sin salida, el de tener a decenas de partidos, miles de candidatos y otros tantos miles de cómplices políticos que aspiran a mantener el poder de la estructura caviar en el Estado: en ministerios, embajadas, empresas públicas y contrataciones de consultorías y obras en gobiernos locales, regionales y gobierno central.
Frente a tanta agresividad de la manada de atacantes del neomarxismo y tan singular cadena de violencia política en curso, ¿Nos limitaremos a estar como prisioneros aceptantes y vigilantes silenciosos de la izquierda del odio, o por fin nos rebelaremos a lo infausto de la era caviar?
No se trata de elecciones, sino de decisiones.

