Cada vez más peruanos identifican a los sectores que no ayudan en nada al progreso, la unidad y el desarrollo del país. Por ejemplo, cierta izquierda caracterizada por el odio descalifica permanentemente, polariza y genera un autoritarismo encubierto (lo que nosotros denominamos “la izquierda del odio”) que termina dañando a la ciudadanía y automáticamente a la democracia, la justicia y la libertad. Veamos porqué:
La izquierda del odio erosiona el debate democrático y sustituye el argumento por la descalificación
Convierte al adversario político en “enemigo absoluto” (fascista, nazi, ultraderecha, etc.) aunque no lo sea. Esto hace imposible el desacuerdo civilizado, base de cualquier democracia liberal.
Ejemplos recurrentes: etiquetar como “fachos” o “cómplices de la dictadura” a cualquier persona que critique políticas progresistas, incluso si esa persona viene de la izquierda moderada o es víctima histórica de dictaduras militares o de la izquierda.
La izquierda del odio promueve la censura y el control del discurso
Defiende “leyes antidiscursos de odio” que terminan aplicándose de forma selectiva contra opiniones conservadoras o disidentes de izquierda, mientras tolera insultos y amenazas cuando vienen de su propio bando.
Casos concretos: intentos de cerrar cuentas en redes sociales, presión a medios de comunicación, “cancelación” de conferencias o libros, leyes mordaza en España (“delitos de odio”), Argentina (ley contra la “discriminación”) o Chile (proyectos de ley que penalizan “negacionismo” de forma ambigua).
La izquierda del odio justifica la violencia política cuando pierden en las urnas
Frases como “la calle es nuestra”, “hay que hacerles la vida imposible” o la romantización de la violencia revolucionaria (quemando contenedores destruyendo parques, atacando sedes de partidos e instituciones públicas o privadas, amenazando jueces o periodistas).
Ejemplos: escraches a dirigentes políticos de Vox en España, ataques a sedes del PP, violencia post-electoral en Chile 2019-2022 o en Perú con las hordas comunistas de Pedro Castillo hacia sus oponentes, amenazas a la Corte Suprema en Colombia, etc.
La izquierda del odio atenta contra la presunción de inocencia y el Estado de derecho
Acusaciones públicas sin pruebas (lawfare inverso), linchamientos mediáticos, apoyo a la “justicia popular” o a reformas que politizan el poder judicial para “depurar” jueces no afines.
Casos: “lawfare” contra opositores en Argentina (Cristina Kirchner acusando a jueces), intentos de control del Tribunal Constitucional en España, packing de cortes en Polonia/Hungría replicado ahora por sectores de izquierda en México, Colombia o Chile.
La izquierda del odio fomenta el tribalismo y rompe la cohesión social
Divide a la sociedad en “pueblo bueno” vs “élites malas”, “oprimidos” vs “opresores” de forma maniquea, generando resentimiento permanente y resentimiento constante, en lugar de buscar acuerdos por encima de las posiciones ideológicas o aspiraciones de protagonismo electoral.
Esto debilita la idea de ciudadanía común y hace imposible cualquier política de reconciliación nacional.
La izquierda del odio es hipócrita con sus propios valores declarados
Se llena la boca con “tolerancia”, “diversidad”, “inclusión” y “antifascismo” pero proclama una intolerancia feroz hacia feministas críticas, ecologistas moderados, ateos críticos del islam político, exiliados cubanos/venezolanos que no comulgan con el relato, etc.
“Una izquierda que sustituye el argumento por el insulto, la victoria electoral por la coacción en la calle y el Estado de derecho por la venganza de clase, no solo NO defiende la democracia, la justicia y la libertad, sino que se convierte en su principal amenaza desde dentro del propio campo progresista”.

