Las historias del Tren de Aragua no son como los cuentos que Rómulo Gallegos fue escribiendo en dolor de ver una tierra aislada y pobre, “donde la mayor ambición de un hombre es transformarse en un caudillo y conquistar el poder, rodeado de letrados arribistas y aduladores”, como lo describe en Los Aventureros, con personajes que son inescrupulosos, para intentar una gran aventura. No son como los cuento, no lo son.
No es un tren de novela, sino de crónica policial o mejor dicho en la hora actual, de terrorismo, porque los clanes del Tren de Aragua descubrieron que en las acciones subversivas llevadas al crimen cotidiano, en las reglas de la conformación de organizaciones terroristas, se les abría una oportunidad delictiva imparable, con la cual, podían desplazar a los cárteles del narcotráfico y luego, a los cárteles de la política (pero primero, usándolos a su favor).
El Tren de Aragua es una organización que ha hecho múltiples divisiones de su estructura, como un banco, con agencias y sucursales por los lugares más inimaginables, adonde iba sembrando trata de personas, prostitución y chantaje sexual, robos menores pero violentos para ir escalando en el dominio de territorios establecidos, peleas de la calle y retos con vehículos. Una suma de crímenes de barrio y de anhelos de protagonismo juvenil, enlazado con una secuencia ascendente, donde sirvieron de alquiler a fuerzas criminales mayores hasta volverse necesidad de contratación y luego, de asociación pequeña primera, sociedad en crecimiento luego, titulares de la marca en la zona después. Se introdujeron como peones y terminaron creciendo como patrones.
Ese error de no ver al enemigo adentro, lo han asumido los cárteles colombianos con extraordinaria ingenuidad, ya que, al momento, las estructuras de sicariato están en manos de los del Tren de Aragua y cada vez menos, en los chiquillos de Cali o Medellín. Pero además, el Tren se esparció como señalamos anteriormente, hacia las áreas de tranquila presencia y progresiva expansión, como las periferias de clase media baja en ciudades como Trujillo y Lima en Perú, Guayaquil en Ecuador, Antofagasta y Santiago en Chile. En todas esas ciudades adormecidas por la presencia “venezolana” (lo pongo entre comillas porque esos criminales no son como la mayoría de gentes de Venezuela que emigran por miedo, hambre o múltiples desesperanzas económicas, políticas y sociales), en esas ciudades los del Tren de Aragua “soltaron el comercio de la prostitución callejera con éxito y luego escalaron a tener locales acondicionados como bares, discotecas, restaurantes de turno noche, billares, centros de apuestas y saunas, todo un circuito que va dominando el barrio nuevo con el dominio de los Chamos (los del Tren no tienen gentilicio preciso). Es un trabajo de tiempo y eso les sobra a los del Tren de Aragua.
Pero no todo es obra del propio Tren de Aragua, porque sin el respaldo del Servicio Bolivariano de Inteligencia o SEBIN (es decir, del gobierno comunista de Venezuela, que los ha ido liberando, financiando y enviando a países de América latina y USA) no hubieran logrado subir de categoría delictiva, entrar al ranking de organizaciones terroristas, ni poseer el soporte que ahora lucen en recursos humanos y materiales para las diversas formas de negocios que operan.
Uno de los cabecillas de esta organización criminal y terrorista es Giovanni Vicente Mosquera Serrano, alias “el viejo”, de apenas 37 años de edad, pero con más de la mitad de su existencia al servicio del delito. El Viejo es sucesor de Héctor Guerrero Flores, alias “niño Guerrero” a quien se atribuye la primera fase de la expansión del Tren de Aragua.
El Gobierno de los Estados Unidos de América, en su lucha contra el terrorismo internacional, ha declarado:
“Hoy, la Oficina de Narcóticos Internacionales y Asuntos de Aplicación de la Ley del Departamento de Estado de EE. UU. anuncia un aumento de la oferta de recompensa bajo el Programa Transnacional de Recompensas contra el Crimen Organizado (TOCRP) de hasta 5 millones de dólares por información que conduzca al arresto y/o condena de Giovanni Vicente Mosquera Serrano, líder de Tren de Aragua (TdA).
Mosquera Serrano, que es el primer miembro del TdA en aparecer en la lista de los Diez Más Buscados del FBI, orquesta y dirige las operaciones globales de narcotráfico y financiación del TdA. Esta brutal y violenta banda transnacional es una amenaza criminal mortal para todo el hemisferio. El 20 de febrero, el Secretario de Estado designó al TdA como Organización Terrorista Extranjera (FTO) y Terrorista Global Especialmente Designada (SDGT).
En enero, Mosquera Serrano fue acusado en el Distrito Sur de Texas de conspiración internacional para tráfico de cocaína. Fue acusado de nuevo en abril de 2025 y vuelto a acusársele de conspiración internacional de tráfico de cocaína, además de proporcionar apoyo material a una organización de relaciones públicas”
Esta reacción del Gobierno USA es una muestra valiosa del liderazgo que se debe y tiene que fomentar ante el crecimiento imparable, esa es la verdad, del Tren de Aragua, que, de empleados ocasionales al servicio de los cárteles colombianos, ahora son mirados en otro nivel por los cárteles mexicanos que los están nucleando para eliminar la competencia colombiana… y ya se mencionan en la rueda del fentanilo.
El epílogo triste sobre Venezuela, cuna del Tren de Aragua y de la organización criminal que más daño ha ocasionado a Latinoamérica en su historia “son indicativos de una Venezuela retrasada, con una fractura visible entre dos mundos distantes – civilización y barbarie – que sin embargo se necesitan recíprocamente y terminan fusionándose, con el único fin de alcanzar el poder por el poder mismo, y no como instrumento de construir una nación desarrollada”, condenada por el Socialismo del Siglo XXI, por la izquierda del odio que debemos liquidar.
