En el Perú, el Estado se desborda sobre las personas y la sociedad compulsivamente, se expande negativamente y de manera hipertrofiada, burocrática y coercitiva, invadiendo la vida cotidiana, las decisiones individuales y los intereses privados de cada ciudadano, sin ofrecer contraprestaciones y servicios mínimos y adecuados para su desarrollo humano. Esto genera una “crisis popular” de no reacción, porque los canales de reacción no existen al haberse desinstitucionalizado al país con una larga y manipuladora campaña de descréditos e infiltración de personas que han destruido la imagen y el contenido de confianza directiva hacia los entes intermedios (colegios profesionales, asociaciones, organizaciones gremiales, medios de comunicación, etc.). Y en la tarea de búsqueda de múltiples válvulas de escape, por la asfixia y opresión estatal, bajo un aparato público ineficiente para servir, pero muy activo y presente para corromper, que prioriza su propia reproducción negativa sobre el bienestar social, los ciudadanos han optado por la indiferencia y en ella, por la sumisión aceptada, lo que revela hasta qué grado de crisis popular se ha llegado, como si fuera algo natural, el aceptar la sumisión y sujeción pública.
Innumerables leyes que se contraponen unas a otras y responden a grupos de interés y de presión, excesiva normatividad -contraproducente- que es fruto de malas decisiones y “muy buenas comisiones” para los operadores legislativos y del gobierno nacional, incontables impuestos/tasas/arbitrios/requisitos/cuotas/pagos por derechos/cupos de ingreso/coimas en escalera/pagos anticipados para iniciar emprendimientos/arreglos necesarios con las autoridades y sus entornos en cada proceso administrativo, burocracia descomunal vs. nulidad de contraprestaciones y servicios en seguridad, salud, educación e infraestructura, encajan perfectamente en el desborde del Estado, ya que ilustran cómo el Estado peruano se ha hipertrofiado en su rol regulador y extractivo, interfiriendo en la autonomía individual y económica, mientras falla en entregar servicios básicos. El Estado no solo crece en tamaño y complejidad, sino que lo hace de forma parasitaria, expropiando y extrayendo recursos de los ciudadanos sin ninguna reciprocidad (mínima o equivalente), lo que erosiona la libertad y el desarrollo personal.
Veamos en contexto, tres escenarios evidentes del Desborde del Estado:
- Expansión extractiva y regulatoria: El Estado impone una carga normativa y fiscal excesiva, limitando decisiones personales (qué emprender, cómo invertir, cuándo invertir, cuánto invertir)) y extrayendo recursos que podrían usarse en iniciativas privadas. Al final y desde el principio, el ciudadano pierde siempre y el Estado sigue fagocitando. Y no es sólo leyes que se reproducen como esporas, sino miles de trámites y procesos que se deben cumplir para poner un negocio pequeño, salir a vender en la calle o pensar en colocar un taller de costura, de reparación de calzado o una oficina como lugar de servicios profesionales independientes o asociado con otros colegas y amigos. En cualquier inicio, “el inicio” va a durar solamente en trámites, entre 8 meses y 3 años, en el mejor cálculo. Entonces, la probabilidad de evadir el acoso estatal es una obligación para sobrevivir, porque el Estado fomenta la informalidad para seguir golpeando al ciudadano con multas, coimas, sanciones, pedidos de dinero a cambio de silencio.
- Falta de reciprocidad: A pesar de la extracción legalizada, el Estado no cumple, evade su legítimo rol social, dejando brechas en servicios esenciales, lo que evidencia un desequilibrio donde el “desborde” estatal ahoga la sociedad sin beneficios, pero se beneficia a sí mismo (oficinas en lugares exclusivos vs. casas de esteras en los cerros o desiertos; flotas de vehículos de lujo vs. transportes viejos y de riesgo; atenciones en clínicas privadas para la burocracia vs. hospitales sin medicamentos y sin recursos para la masa poblacional; vales de consumo y bonos “de productividad” fantasma a funcionarios públicos vs. desabastecimiento, hambre y miseria para la sociedad que les paga impuestos que se desnaturalizan).
- Consecuencias en la vida cotidiana: Este desborde intencional genera dependencia, mayor informalidad y creciente frustración, afectando intereses diversos como la movilidad social o la seguridad económica. El desborde del Estado es una consecuencia de la ideologización política emanada de las izquierdas del odio que, a lo largo del tiempo, en alianza contra natura con la academia y sectores de derecha mercantilista, maquinaron copar el poder público para desde allí engordar una maquinaria de elementos serviles, con normas represivas y procesos de estancamiento productivo, que le producen dominio industrial, a fin de impedir el progreso de los emprendimientos menores (PYMES).
Datos concretos:
- Excesiva normatividad y burocracia: El Perú ocupa posiciones altas en índices de burocracia, con trámites que equivalen a un costo de oportunidad enorme en productividad perdida por apertura de negocios. Hay más de 1’549,000 servidores públicos (2023), un incremento imparable del 1.2% anual (con cada nuevo presidente -por los procesos de vacancias- esta enorme planilla se ha disparado más), representando cerca del 9% de la fuerza laboral total (aprox. 17.3 millones en 2024) pero que es improductiva y cuesta mucho para el presupuesto nacional. Comparemos: el gasto en burocracia (parte del gasto corriente) absorbe aproximadamente S/2.35 por cada S/1 en obras, con un presupuesto total de S/240.806 millones el 2024, de los cuales gran parte va a remuneraciones en lugar de inversión con resultados sostenibles en el tiempo.
- Incontables impuestos, tasas y arbitrios: El sistema tributario incluye al menos 3 categorías principales (impuestos, contribuciones y tasas), con subtipos como arbitrios municipales por servicios locales (limpieza pública, parques, serenazgo), derechos (licencias) y contribuciones (mejoras urbanas). Hay docenas de tasas locales y nacionales, reguladas por el Código Tributario y la Ley de Tributación Municipal, que se ajustan anualmente y generan quejas por “excesiva” carga (arbitrios reajustados sin justificación, violando límites legales). Esto se traduce en una presión fiscal creciente que limita decisiones económicas, como emprender sin enfrentar multas o trámites interminables. Y peor aún, se presiona para castigar al ciudadano y no se le educa para contribuir como deber nacional. Entonces, los impuestos cobran otra dimensión: represión para pagar mayores salarios y beneficios a los que gobiernan (poder ejecutivo, congreso, gobiernos locales y las empresas públicas y organismos supervisores o descentralizados).
- Los ciudadanos también se van contagiando del apetito por ser parte “dirigente” del Estado que se desborda. ¿No lo creen? Para este proceso electoral del 2026 se presentan 39 partidos políticos y están en proceso de inscripción cerca de 20 partidos políticos adicionales que entrarían en la competencia regional y municipal de octubre 2026. Hablamos de que el Perú tendrá no menos de 12,500 candidatos con hambre estatal: plancha presidencial (3), senadores (60), diputados (130), alcaldes provinciales (196) y regidores provinciales (470), alcaldes distritales (1,874) y regidores distritales (9,770). Esas cifras son para cada partido o alianza electoral. En este año 2025 si calculamos solamente 35 partidos en carrera en ambas elecciones, se alcanza la asombrosa suma de 437,500 candidatos… “con ganas de servir al país”.
- Nulidad de contraprestaciones:
- Seguridad: La percepción va de la mano con la realidad al afirmarse que la inseguridad es alta, con enormes vacíos en cobertura policial y fiscal – judicial y un servicio de serenazgo municipal que no está equipado y habilitado en la lucha contra la criminalidad. Frente a ello, los ciudadanos deben de amurallar sus propiedades, colocar cercos eléctricos de seguridad, contratar personal de vigilancia en las calles y en cada edificio, colocar rejas en sus ventanas y controles privados en los accesos de sus barrios. Casi todas estas acciones “requieren permiso estatal – municipal” y el costo lo asumen las empresas privadas y los ciudadanos con sus familias, que inclusive le financian al Estado esos mismos servicios privados (para entidades públicas).
- Salud deteriorada: Brechas en infraestructura de salud estimadas en miles de millones; el 31% de la población reporta necesidades médicas no satisfechas (mujeres 33%, hombres 29%). Solo el 55% de establecimientos de salud cumplen estándares básicos y los ciudadanos y sus familias “confían más” en un dependiente de botica o farmacia, que en un médico (al que usualmente no lo encuentran atendiendo en las postas, centros de salud, policlínicos u hospitales del Estado ausente de su deber, pero desbordante al imponer, cuyos funcionarios, los del Estado, se atienden en clínicas privadas, con seguros privados que se pagan con los impuestos de los que no reciben atenciones en salud).
- Educación de no calidad: La terrible brecha de infraestructura educativa es de S/158.832 millones (2024), con el 55.9% de colegios en riesgo de colapso y el 70% sin materiales educativos completos y sin infraestructura deportiva, musical y artística. Las evaluaciones nacionales muestran bajos logros, pese a mayor gasto. Los maestros están sub capacitados y sin equipamiento adecuado.
- Ausencia de infraestructura (por ejemplo, agua y alcantarillado): El acceso al agua potable solo se da y en muchos casos con grandes restricciones, en el 87% urbano vs. 60% rural; brechas totales en servicios básicos superan S/100.000 millones, con una pésima inversión pública ejecutada solo al 79% en el año 2024.
Estos elementos muestran un Estado que “desborda” en inutilidades, al invadir con regulaciones y extracciones irregulares, ineficiencia y burocracia plagada de incompetencia.
La tesis de José Matos Mar (1984) ya no explica la realidad latinoamericana del siglo XXI; y por eso hay que darle la vuelta y actualizarla radicalmente. Lo que vivimos hoy es exactamente lo que planteamos: el Desborde del Estado y la crisis popular permanente.
| Década 1980 | Década 2020-2030 |
| Estado débil, raquítico, sin capacidad de llegada a los barrios populares. | Estado elefantiásico, hipertrofiado, omnipresente y depredador. |
| Desborde popular → la sociedad se organiza por fuera del Estado (mercados informales, transporte informal, invasiones, etc.) | Desborde del Estado → el Estado invade todos los espacios y asfixia a la sociedad (regulación absurda, tributación confiscatoria, empresas estatales quebradas que compiten deslealmente, clientelismo masivo) |
| El problema era la exclusión del Estado. | El problema es la inclusión forzada y parasitaria en el Estado. |
| La informalidad era una solución creativa de los pobres. | La informalidad hoy es la única vía de escape ante un Estado que ahoga. |
La nueva tesis: “Desborde del Estado y crisis popular permanente”
El Estado ya no “falla por ausencia”; falla por exceso y por captura irracional, desmedida y con ideologización permanente. Se ha convertido en una maquinaria que:
- Se apropia de más y más recursos de forma directa e indirecta (impuestos, deudas, regalías, fondos de pensiones, empresas públicas deficitarias, publicidad “a cambio de”) sin prestar servicios decentes.
- Multiplica normas, trámites y prohibiciones hasta hacer casi imposible la actividad económica formal (Perú tiene más de 230 000 normas tributarias y municipales vigentes).
- Usa la burocracia como arma política: licencias que se otorgan o niegan según lealtad, fiscalizaciones selectivas, SUNAT y aduanas como garrote contra opositores o ciudadanos que son incómodos o fáciles para golpear (por parte de malos elementos de esas instituciones).
- Genera clientelismo en sectores poblacionales: bonos, programas sociales sin focalización efectiva y condicionados al voto, sindicatos y gremios “amigos”, decenas de miles de empleos públicos innecesarios.
- Mata la protesta organizada: cooptando dirigentes, infiltrando asociaciones, sindicatos y gremios, haciendo “dependible” del presupuesto público, el presupuesto privado de medios de comunicación y diversas instituciones desacreditadas que se expanden inclusive a organizaciones como el Vaso de Leche y algunos comedores populares.
Como resultado, la sociedad ya no “desborda” creativamente al Estado; se queda aplastada, es desmovilizada, está desmoralizada. El peruano ya no cree que pueda cambiar algo con su voto ni con su protesta. Esa es la verdadera crisis popular permanente y la evidencia se incrementa en el proceso electoral 2025.
Conclusión
El gran drama del Perú hoy no es que falte Estado (como creían los progresistas de los 80-2000), sino que sobra Estado y, sobre todo, sobra mal Estado: capturado, ideologizado, ineficiente y corrupto. Mientras no se desmonte ese elefante (o al menos se le ponga bozal, dieta estricta y jaula de acero), la crisis popular será permanente y la ciudadanía seguirá reducida a masa de maniobra electoral cada lustro.
Desborde del Estado y crisis popular (10 razones del porqué)
- En el año 1984 el Estado era débil y ausente; el 2025 el Estado es omnipresente y obeso. El gasto público promedio prácticamente se duplicó este 2025, pero la calidad de los servicios públicos es peor que hace cuarenta años.
- La informalidad ya no es creatividad popular; es la única vía de escape ante un Estado que asfixia. Siete de cada diez peruanos trabajan lejos de las leyes no porque quieran, sino porque la formalidad se volvió imposible o suicida, inconquistable o sujeta de explotación ilegal contra el emprendedor. Las acciones ilegales desde los operadores del Estado contra los informales, es un como método común de trato.
- El “desborde popular” de los 80 generó mercados, transporte y vivienda por cuenta propia y en total desorden y abandono del Estado. El “desborde del Estado” de los 2020s genera corrupción, clientelismo, impunidad y empresas públicas quebradas que compiten deslealmente con los ciudadanos.
- Antes el problema era la exclusión del Estado; hoy es la inclusión forzada y parasitaria. El Estado te mete la mano al bolsillo con impuestos y trámites absurdos, te regula hasta el aire que respiras y luego te entrega bonos miserables para que subsistas en miseria y votes por él.
- Los partidos políticos ya no representan a la sociedad; son franquicias o cárteles electorales al servicio de aparatos que ambicionan dominar el Estado y convertirse en sus dueños de turno. Sin escuelas de cuadros, sin debate interno, sin sanciones por corrupción, solo existen “muecas de partidos” que se alquilan al mejor postor o a la multiplicidad de mini cárteles sectoriales (drogas, minería, tala, contrabando, trata, etc.)
- Los cuerpos intermedios (colegios profesionales, sindicatos, universidades, iglesia) fueron capturados o neutralizados por el propio Estado. Ya no median entre ciudadano y poder; median entre el ciudadano y el botín convirtiéndose en “canal de trato y contrato”, obviando al ciudadano evidentemente.
- La burocracia dejó de ser un mal necesario y se convirtió en un arma política. Licencias, fiscalizaciones, autorizaciones y multas represivas se otorgan o niegan según lealtad política o calificación del afectado (punto de maltrato o extorsión provocada).
- La protesta ciudadana ya no desborda al Estado; el Estado la reprime, la coapta o la criminaliza. Marchas infiltradas cuando gobierna el estatizante de izquierda, leyes de criminalización a gusto del poder de turno, dirigentes comprados o procesados: así se mata el alma de la protesta y peor con medios de comunicación que son de alquiler al poder de turno.
- El voto dejó de ser instrumento de control ciudadano y se convirtió en ceremonia de legitimación de feudos de la corrupción cada cinco años y ahora, con cada vacancia. El ciudadano ya no elige; ratifica feliz el reparto que ya se hizo en las sombras. Las campañas electorales “drogan al votante”
- El gran drama del Perú no es la falta de Estado, sino el exceso de mal Estado. Un Estado elefantiásico, capturado, ideologizado por las izquierdas del odio y la derecha mercantilista, corrupto e ineficiente que aplasta a la sociedad en vez de servirla.
Vivimos la era del Desborde del Estado y la crisis popular permanente. Solo desmontando el elefante (o al menos poniéndole bozal, dieta estricta y jaula) recuperaremos aire para respirar, crear y volver a ser ciudadanos en lugar de súbditos, esclavos de leyes que son enredaderas tipo dormideras.
Es urgente que hagamos una proclama de guerra al Estado totalitario y represivo, expropiante y entrometido para desmontar, desregular, despolitizar, devolver poder al ciudadano. O cortamos las garras del Estado… o el Estado nos cortará el cuello y la existencia, porque si seguimos creyendo que “más Estado” es la solución, pronto no quedará nadie libre para contarlo.
Toma en cuenta que…
- El Estado gasta 40 % del PBI y miles de niños y jóvenes estudian en colegios y universidades sin recursos para nutrirse, educarse bien, hacer deporte, cultivar sus talentos en el arte, la música y la creatividad constante.
- Siete de cada diez trabajamos en la informalidad, porque ser formal es suicidarse con trámites e impuestos que no revierten en servicios, beneficios e impulso al progreso y desarrollo de los emprendimientos.
- Petroperú y la ONP son dos cementerios de miles de millones y sus regentes, siguen matando al país.
- Te roban con impuestos que van al bolsillo de los que usufructúan del Estado y te devuelven bonos para que les digas “gracias gobierno”.
- Los partidos son franquicias que se alquilan a la minería ilegal, los narcos, medios de comunicación o a las ONG de turno.
El tiempo es ahora, hay que hacer retroceder al Estado y hay que explicarle esto a la sociedad en su conjunto.
#DesbordeDelEstado #CortemosLasGarras
