El hombre soberbio es el que cree que todo lo puede, que tiene fuerzas suficientes, que todo lo sabe y presume de sus capacidades.
Ocurren circunstancias en la vida que son como una “cachetada” para el hombre que pensaba que el poder de sus propias fuerzas o su poderío económico, estaban asegurados para siempre.
Una reflexión necesaria
Las circunstancias actuales son una magnífica fotografía que enseña las fragilidades y limitaciones humanas, que se deben reconocer en todos los ámbitos de la sociedad, para no estar buscando o tratando de crear “paraísos” inconsistentes, que no pasan de ser una “burbuja dorada” llena de ciegos, que piensan que ven la luz y están equivocados.
La historia es elocuente, nos enseña diversas situaciones donde se han puesto en evidencia las grandes limitaciones humanas (guerras increíbles, equivocaciones y errores en los campos de las relaciones humanas, ideologías torpes, grandes utopías, credulidades absurdas y toda una suerte de voluntarismos que llevan a la sinrazón y al fanatismo).
No basta la buena voluntad; el ser humano debe exigirse para mejorar su cultura y situarse bien en el lugar donde le corresponde. Para eso está la educación, que es esencial para ganar en virtudes y en conocimientos. El peor mal es la ignorancia y mucho peor cuando acompaña una soberbia que vuelve rebelde al ser humano, que luego termina siendo sepultado por su propia terquedad.
La humildad es la verdad y ésta se da con la esperanza
Circunstancias difíciles no deben desanimarnos, al contrario, aceptar la realidad es lo que nos toca a todos. Desde hace siglos la Iglesia predica la Palabra de Dios que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo.
Es el momento para parar, en la quietud de la cuarentena, y reflexionar un poco para llenarnos de esperanza. Eso es lo que nos trae Jesucristo y la Iglesia lo predica.
Los pasajes evangélicos que hemos escogido para este artículo, nos ayudan a entender cómo nos encontramos hoy y a quién tenemos que acudir para salir de los laberintos.
Los que no creen en Dios nos dirán que nos callemos, como hicieron con el ciego Bartimeo, que pedía el milagro a gritos y a muchos les molestaba que Jesús diera la vista al ciego. Hoy ocurre lo mismo cuando Dios quiere elevar las mentes y los corazones de las personas al ámbito de lo sobrenatural.
Acudir a Dios
La solución está en Dios, Él es Todopoderoso y quiere lo mejor para todos. Nos ha creado libres para que hagamos méritos y seamos felices. El mérito de abrazarnos a la cruz, de sacrificarnos como Él lo hizo, de ser generosos y serviciales con los demás, de saber comprender y perdonar, de estar unidos.
La virtud de la humildad nos ayuda a descubrir el valor de las personas y las posibilidades que tienen de ser libres y felices. En tiempos de dificultad se descubren personas valiosas y hasta heroicas que son capaces de dar la vida por los demás. Hay gente buenísima que sabe ser solidaria estando cerca de los demás para ayudarlos y acompañarlos sin buscar ninguna recompensa. Hoy vemos esta realidad que nos llena de gratitud y admiración.
Es un tiempo de acción de gracias por esas personas, que no son pocas y saben vivir amando a los demás de verdad.
Una reflexión que nos lleve a estar más unidos
El mismo Jesucristo nos ha pedido: “Que todos sean uno, como mi Padre y yo somos uno”
El mundo de hoy es un espectáculo de desunión. Parece que se está haciendo lo contrario a lo mandado por Jesús. ¿No es acaso una buena ocasión para reflexionar? ¿no es un magnífico momento para agarrar los evangelios y ver si estamos haciendo caso a lo que Dios nos dice? no vaya a ser que estemos viviendo como si Dios no existiera, como si no hubiera dicho nada al respecto y estemos al margen de todo lo que nos ha pedido.
Hoy la Iglesia le pide a Dios con urgencia para que el hombre contemporáneo abra los ojos a la realidad y no caiga en una absurda rebeldía o en una atroz indiferencia, que solo lo llevaría al descalabro.
Qué gran lección para la humanidad encontramos en el ciego del Evangelio, para decirle a Jesús, con urgencia y respeto: “¡Señor, que vea!” y entonces empezaremos a ver una luz en medio de las tinieblas, que nos dará mucha alegría y paz. Con La Virgen todo se puede, Ella nunca nos abandona, qué grato resulta estar a su lado. (P. Manuel Tamayo)