Durante años, intensamente también los últimos meses, se exigió, reclamó, pidió, escribió y gritó por la necesidad de tener mejores autoridades en el congreso, en los ministerios, municipalidades, gobiernos regionales, en la misma presidencia de la república. Y ya vemos la suerte del boleto de la lotería electoral: nos tocaron los peores.
Y del mismo modo, podemos mencionar temas exigentes desde el corazón herido de todo un país, como la urgencia del combate a la delincuencia e inseguridad que crece inconteniblemente, la impunidad ante el micro tráfico de drogas hacia niños y jóvenes, el criminal comercio de la prostitución en menores, el incremento de la violencia familiar y en la relaciones entre vecinos…. todos estos temas, prioritarios para una agenda humana y social que no se toma en serio hasta ahora.
Esperamos que otros lo hagan, porque –lógicamente, pensamos- para eso fueron elegidos como autoridades. Pero no ocurre así, al contrario, como si de esa variedad de punzantes cortes a la nación, ellos -esos, los políticos- obtuvieran un beneficio personal inigualable, a cambio del daño que permiten que siga y siga.
Entonces viene a la reflexión la frase de alguien en algún medio, que afirma la necesidad de dejar de lado temas tan conflictivos, mientras siguen su escalada hasta llegar a la cima para luego ser pendiente y caída, y pasar de inmediato a lo que en verdad hace falta: rescatar y defender la importancia de la familia, promover a los jóvenes en una cultura de paz y solidaridad, estimular a la niñez en acciones de hermandad y unidad, incentivar la vida y el desarrollo en cada comunidad formando una cadena de virtudes y valores compartidos.
Pero, esas mismas frases de la necesidad de una prioridad hacia la gente, son inmediatamente superadas y olvidadas por el editorial del criterio incómodo de algunos medios, hablando todo el tiempo de lo mismo….el indulto, la vacancia, el matar a los niños por nacer, el odio en la política, la llamada unión civil de dos personas de un mismo sexo, facilitar el trámite del divorcio en vez del reconocimiento de la familia matrimonial, por citar algunos casos.
No nos damos cuenta pero nos están dejando de lado y en eso, más que los mediocres políticos que abundan sobre las excepciones racionales, se reproducen los que quieren hacer de una suerte de mueca a las libertades, el arma perfecta de un cambio en lo natural, para crear el reinado de cualquier cosa, menos de lo que es correcto, respetuoso y amigable.
Discrepar o tener cada quien su propio criterio o pensamiento es justo, respetable. Pero no quiere decir que uno se va a callar, por miedo a quedar mal o evitarse el problema que a uno le insulten y ataquen porque te consideras conservador, de derecha, cristiano. No hablemos de militantes, sino de peruanos con sus propias ideas y opiniones.
Si todo es escándalo, ofensa y falta de respeto, aplauso al odio y elogio de la violencia desde los medios de comunicación… ¿por qué no dejarlos hundirse sin leerlos, sin verlos, sin escucharlos y los reemplazamos por la defensa de la vida del niño por nacer, por la promoción de la familia matrimonial, por una educación cívica fortalecida con nuestras propias ideas, palabras y acciones, desde las redes sociales?