Washington (Gaudium Press) El país entero tomó conocimiento, el pasado martes, de la fuerte reacción de Mons. Wilton Gregory, Arzobispo de Washington, cuando manifestó que era “desconcertante y reprehensible que cualquier instalación religiosa permitiera ser usada y manipulada de una forma tan indignante que viola nuestros principios religiosos”: se refería el prelado a la visita que el presidente Donald Trump había hecho ese mismo día al Santuario Nacional de San Juan Pablo II, ubicado también en la capital americana y que es regentado por los Caballeros de Colón.
La visita, marcada de días atrás, era un homenaje a la figura del Papa polaco, y además conmemoraba la firma de una orden presidencial que favorece la libertad religiosa en el mundo. La orden presidencial obliga, entre varias otras disposiciones, a los funcionarios del departamento de Estado a instruirse en el tema de la libertad religiosa, la cual es altamente atacada para los católicos en diversos países; es decir, era una orden presidencial que favorece altamente la misión de la Iglesia.
¿Un veto inexplicable al presidente de los EE.UU.?
Es claro que Mons. Gregory lo que criticaba eran las políticas con las que Trump está lidiando las manifestaciones a raíz de la muerte del afroamericano George Floyd. Pero justamente, Mons. Gregory está siendo cuestionado en el sentido de si una diferencia en política, merece un veto de un presidente de los EE.UU. a entrar en cualquier instalación católica del país americano.
Ningún obispo se ha hecho eco de las críticas de Mons. Gregory
Ningún obispo en los EE.UU. ha acompañado o se ha hecho eco de las críticas de Mons. Gregory a Trump, quien por lo demás no ha reaccionado a los ataques.
Este descaso de los obispos a las declaraciones del Arzobispo de la capital, quitan fundamento a la idea esparcida en varios ambientes, en el sentido de que las declaraciones de Mons. Gregory inaugurarían un nuevo tonus de relaciones entre el episcopado y el presidente.
Por lo demás, Mons. Gregory no hizo referencia en su reacción a la orden ejecutiva que estaba siendo conmemorada en el complejo dedicado al Santo Papa polaco, ni a la ofrenda florar que colocó Trump a los pies de su estatua, ni al hecho de que dentro del santuario él y su esposa Melania se arrodillaron ante las reliquias de San Juan Pablo II.
Él objetaba la propia presencia del presidente en las instalaciones, lo que varios han interpretado como una declaración con tintes discriminatorios por parte del Arzobispo, o que manifiesta una aversión al presidente que no tiene antecedentes en la relación entre obispos católicos y presidente de los EE.UU.
¿Y la visita de Obama a la Universidad de Notre Dame?
Las reacciones a raíz de la visita de Trump al complejo católico, han sido comparadas a las suscitadas con la visita de Barack Obama a la Universidad de Notre Dame en el año 2009, para recibir un doctorado honorario.
Las directivas de la universidad recibieron muchas críticas entonces, por otorgarle esa distinción a un presidente que en materia moral lideraba políticas contrarias a la doctrina de la Iglesia como el apoyo al aborto o el apoyo al llamado matrimonio homosexual.
Sin embargo, comentaristas afirman que hay una diferencia sustancial entre las dos visitas, y es que en la primera una institución católica homenajeaba a un presidente cuestionado, mientras que en la del martes un presidente cuestionado rendía homenaje a un ícono de la Iglesia como es Juan Pablo II.