Cuando era niño, me asombraba mirar la larga fila de hormiguitas que salía de la cocina de mi casa hacia el patio en un día de sol. De tramo en tramo, una de ellas tenía sobre sus espaldas un pequeño trozo de miga o arroz que si caía, inmediatamente era llevado por la siguiente hormiga; ninguna detenía la marcha.
Cuando estaba con mis hijos en el parque, me alegraba que ellos también notaran la espectacular fila de hormigas que terminaba en una especie de cerrito o volcán por donde iban entrando, con los trocitos de algo parecido a restos diminutos de comida o insectos. Una procesión marcada por algún ritmo o canción que interminable, las convocaba a todas.
Allí aprendí que el esfuerzo de cada uno, hace posible la unión de muchos y el beneficio de todos los que parten del mismo concepto individual, protegiendo el futuro global en libertad.
Con mi ahorro personal en el sistema privado de pensiones, voy construyendo en mi camino hacia la jubilación, un puente hacia la seguridad financiera en mi vejez, para la protección de mi familia en caso la vida se me acabe antes o para mi propia seguridad cuando sufra una limitación que me impida o recorte las capacidades de trabajo habitual.
Con el pago al sistema nacional de pensiones (ONP) no construyo nada, mi dinero se esfuma, no es un ahorro personal; el Estado lo recibe y lo usa como mejor le parezca, sin informarme o advertirme las limitaciones y consecuencias de sus políticas.
Esto que no explica ni informa el gobierno o los organismos públicos que reciben millones de nuestros impuestos, lo aprendí de las hormigas; porque ellas no se van al precipicio sino al hogar que las protegerá en los tiempos que no consigan supervivencia: ahorran alimentos, en lugares seguros.
La ONP necesita cada año que paguen -todos los meses- más de un millón de trabajadores formales que alimenten sus ganas de succionar dinero para cumplir en una ínfima parte con las pensiones de una de cada tres personas, que habiendo pagado más de 20, 30 o 40 años, tal vez logre jubilarse luego de una penosa y larga secuencia de trámites.
El pago anual de ese millón de trabajadores formales sólo cubrirá alrededor del cincuenta por ciento de lo que se requiere, el resto, adicionalmente, saldrá de nuevo de tus bolsillos, de tus impuestos.
La ONP dejará en desamparo a más de dos millones de aportantes en los siguientes años con una sola frase: no calificas para una pensión, no te daré nada. Y como ellos, se sumarán por lo menos dos millones más de potenciales viudas/viudos o huérfanos así como inválidos que no cumpliendo la valla mínima de años de aportes que les exigen, pasarán a la incertidumbre y la desesperación.
El Estado –en este caso la ONP- es como las cigarras que se transforman en una plaga que succiona, arrasa y deja escombros donde había semilla, cultivos y cosecha proyectada.