Para millones de personas, leer o escuchar lo que dicen algunos comunicadores o periodistas, da cólera por su falta de respeto, por su irracionalidad, la carencia de profesionalismo, ausencia de argumentos y sobre todo, por creerse la opinión, sobre toda otra opinión. Sin embargo en el otro lado de la noticia o la entrevista, ha nacido una nueva versión de los “entrevistados achorados”, una raza diferente con pedigree gubernamental comunista, agresivos y agresivas, chupes de alguien y esclavos de sus tormentos.
Ellos, los comunistas, son los que ahora tienen la razón, nadie puede pensar diferente y menos increparlos. Pero lo peor es que si se trata de una entrevista, el periodista debe someterse a los adjetivos del ataque de quien se supone está para responder, de quien viene para que el público conozca lo que piensa y porqué dice lo que afirma, no al revés.
Necesitamos un nuevo Periodismo, transparente, sensato, que no alquile sus páginas, ni su independencia, que no encienda la candela del grito, del odio y el resentimiento.
Un periodismo que puede equivocarse y hasta exaltarse, está bien, pero no como premisa y objetivo permanente. Un entrevistado, un congresista o político del gobierno que pueda equivocarse y hasta exaltarse o exitarse, puede ser, pero cuando insulta, ofende y luego se victimiza, hablamos de manipualción, de intencionalidad en el daño.
Mejorar, nadie lo duda, es imperativo. Pero mucho más urgente es tener un periodismo que siendo valiente, informe, comunique, exponga y sea equilibrado, aunque se equivoque a veces –vuelvo a repetirlo-, pero jamás fanatizado en el odio y la venganza, porque quieren que otros piensen y actúen como esos autosuficientes desean imponernos. Por eso, poner un muro de contención entre la profesión y la agresión es necesario, no es un error.
Por ejemplo, hay una emisora radial sin éxito, y un diario ajeno a los valores republicanos, que juntos a una estación televisiva de medio calibre y baja conducción, destrozan a sus invitados (por tontos, por ingenuos o por desprevenidos) y hacen de sus titulares y sus encabezados, “la nueva verdad” que todos deben de aceptar.
Por ejemplo, un conductor de programa radial se enfurece contra un político que nadie conoce, un medio pelo, un arrastrado de las izquierdas recalcitrantes que ataca, ofende e insulta. ¿Qué hacer?… responderle muy fuerte, ponerlo en su lugar, jamás retroceder.
El Periodismo, si es juzgado por los políticos, deja de ser periodismo, se vuelve política y eso, asquea, envilece, reduce y condena.
Necesitamos un nuevo Periodismo, no la mercenaria prensa de traición al país.