Leía este fin de semana las páginas editoriales más aburridas del mundo, donde se escribe casi lo mismo, como un monopolio de verdades dichas por los que siempre se están equivocando, algunos periodistas y otros de los llamados comunicadores, pero esos que siéndolo, asumen hoy en día de economistas, consejeros políticos, entrenadores de fútbol, sacerdotes de su propio templo del saber, magos de sorpresas bajo la manga y cocineros superiores a cualquiera que se dedique a esas profesiones.
Qué ironía comprobar que saben más de equitación, de nado sincronizado y de filosofía y literatura que los propios protagonistas de esos deportes y pensamientos. Pero si les hablas de periodismo, te lanzan dardos venenosos, has traspasado la frontera del atrevimiento.
Los dueños de las verdades que se inventan, han creado un círculo donde manipulan la noticia y dirigen las críticas a los que se les oponen –a sus intereses por cierto-, destruyendo honras, desprestigiando esfuerzos, humillando todo lo que les sea posible y caricaturizando valores y virtudes.
Por ejemplo, alguien escribe que “con un pueblo ignorante….puedes llenar centenares de portadas“. Esa frase, que parece una evidencia, es en mi opinión, un testimonio de parte sobre cómo trabaja el que la escribe.
La gente en la redes ya no valora la palabra del elenco principal de la prensa, ese que se ufana de saber todo y de todos, ese que castiga al que le da la gana y aplaude –previo contrato de asesoramiento o publicidad encubierta- al que le paga. ¿Es mi imaginación?
Rescatar el periodismo es como rescatar la política, sacarlos del pozo profundo y oscuro para darles la luz que los hacía brillar. Es una tarea urgente, no una acción pendiente. Para lograrlo, no basta con dejar de leerlos, al contrario. Tenemos que leer bien, despacio, sin contaminarnos por supuesto, analizando hacia dónde quieren llevar la manipulación de la realidad.
La escasa confianza en la prensa y en su verdad, es la misma escasa confianza en la política y su realidad. Tenemos que hacer muchas cosas para revertir esas perversiones.