Se ha sostenido de manera reiterada que la educación es uno de los ejes más importantes al momento de hablar de movilidad social. “Emparejar la cancha” o “acortar la brecha” son conceptos que se suelen usar en el campo de la discusión pública cada vez que se tocan estos temas y en efecto, no cabe duda que la capacitación profesional y el acceso al conocimiento son elementos muy necesarios para que una persona pueda desenvolverse y contribuir con un mayor grado de especialidad en las necesidades que la sociedad requiere.
Sin embargo, no es correcto hablar de la educación solo como un conjunto de actos en que un individuo aprende las lecciones que le enseña otro, sino que la educación es un proceso de formación del intelecto en diferentes áreas, las cuales recogen habilidades de distinta naturaleza: científicas, humanistas, sociales, deportivas, artísticas, entre otras.
Esta integralidad del proceso no solo se manifiesta en una formación en diversas áreas del desarrollo humano, sino que requiere también de una estructuración en distintos niveles de aprendizaje, dentro de los cuales, los primeros tienen por finalidad la formación de la capacidad de aprendizaje, mientras que los últimos se caracterizan por su alta especialización en un área determinada del conocimiento.
Dentro de dicha estructura, la educación inicial juega el rol más importante, el que condiciona el adecuado desarrollo de los demás y sin el cual parece estéril, o a lo menos de muy difícil fructificación, cualquier otra política pública destinada a mejorar la calidad de la educación.
Es por ello que pretendemos situarnos en el escenario actual del debate público en torno a la educación inicial, su desarrollo, sus alcances y la necesidad de profundizar en su cobertura para contar con su sistema educacional encaminado hacia la excelencia.
La importancia de la educación inicial
Existe un amplio consenso respecto a lo decisiva que es la infancia temprana en relación con la proyección de la historia de vida de una persona. De hecho según datos de Unicef, más del 80% del desarrollo del cerebro de una persona se produce durante los tres primeros años de vida.1
La neurociencia cuenta cada vez con más conocimientos basados en la evidencia, que nos permite sostener que la calidad de las experiencias interpersonales, así como el contexto en el que viven los niños durante sus primeros años de vida es un motivo de preocupación.
Es en esta etapa donde se fraguan las capacidades de adaptación al entorno y de organización de nuevos aprendizajes, de sentir diferentes emociones y de regularlas tanto positiva como negativamente en virtud del desarrollo de una autoestima fuerte capaz de sobreponerse a cualquier tipo de frustración.2
Las relaciones interpersonales son el eje central del desarrollo infantil, ya que las habilidades emocionales, sociales y cognitivas, así como la adaptación al entorno, son aprendidas por el niño directamente desde los adultos que componen su entorno, ya sea sus padres o sus educadores. Cuanto mayor sea el conocimiento que el adulto tenga acerca del proceso de desarrollo cerebral infantil, más alta será la probabilidad de actuar favorablemente por la primera infancia.3
Existen evidencias que permiten sostener que la asistencia a la educación inicial tiene un impacto positivo en el educando. En efecto, un estudio en Chile a la prueba SIMCE del año 2008 realizado a alumnos de cuarto básico por las investigadoras Alejandra Cortázar y Constanza Vielma, concluyó que tanto los niños como las niñas que pasaron por cursos de educación inicial obtuvieron en promedio mejores resultados que los que niños que no asistieron a estos niveles.4
En concreto, los niños que asistieron a la educación parvularia obtuvieron en promedio puntajes mayores: 11,5 puntos en Matemáticas (0,2 desviación estándar), y 6,3 puntos en Lenguaje (0,11 desviación estándar), en comparación con los niños que no asistieron a la educación parvularia.
En el caso de las niñas, aquellas que participaron de la educación parvularia obtuvieron un promedio de 4,9 puntos más en Matemáticas (0,08 desviación estándar) y 4,4 puntos más en Lenguaje que las niñas que no participaron de ningún programa.5
Si bien el análisis de dicho estudio concluye que la participación de los niños en la educación inicial es muy significativa, también concluye que la cantidad de años que los niños se formen en este nivel no produce una diferencia muy significativa.6
1 Desarrollo de la primera infancia, Unicef. Disponible en: https://uni.cf/2OM9oao, consultado con fecha 20 de julio de 2020.
2 Información disponible en: https://bit.ly/3jqke3Z, consultado con fecha 30 de junio de 2020.
3 Primera infancia, una mirada desde la neurociencia, OEA, página 14. Disponible en: https://bit.ly/2E7c1l3, consultado con fecha 20 de julio de 2020.
4 Cortázar y Vielma, Educación parvularia chilena: efectos por género y años de participación, 2017. Disponible en: https://bit.ly/2Bo0InA, consultado con fecha 20 de julio de 2020.
5 Cortázar y Vielma.
6 Cortázar y Vielma.