Estoy en la avenida Grau con Nicolás de Piérola hacia el Hospital Guillermo Almenara y advierto que una viejita bien abrigada es ayudada por un señor muy mayor también, a cruzar de un extremo a otro, ambos con temor al cambio del semáforo. Nadie les prestaba apoyo.
Me acerco y ofrezco mi brazo a quien podría ser mi Mamá y de inmediato -¡que buena respuesta!- dos jóvenes también le dan sus brazos al anciano y al mismo tiempo una dama se pone delante del ómnibus que estaba por arrancar. Otras personas hicieron una especie de cadena de alerta para detener a los vehículos y nadie se opuso, al contrario, a pesar de las mascarillas que teníamos absolutamente todos, no necesitábamos hablar o gritar, era notoria la solidaridad ciudadana.
Bastaba que una persona encendiera el motor de ayuda para que se active la responsabilidad en cada uno. Eso alegra el alma, reconforta el espíritu.
Los viejitos iban al hospital porque su hija, viuda de 45 años, con dos hijos menores de edad aún, se encuentra hospitalizada por un cáncer que hay que vencer todavía.
“Mi Rosalía lleva ocho días, felizmente se apiadaron de ella los doctores y la internaron. Estos tiempos son horribles señor. No podemos verla, pero una enfermera muy generosa nos comunica con su celular cuando puede y entonces hablamos y después, después lloramos sentados aquí en la calle mientras miramos el hospital y pensamos que mi hijita nos ve; qué más podemos hacer. Venimos todos los días dos horas, traemos un banquito para mi esposo, él está débil, no importa el aire o el frío, yo soy la fuerte; rezamos con varias personas que se han hecho nuestras amigas y regresamos volando a casa para atender a los niños”
¿Esto no lo sabe la Municipalidad de Lima o el Gobierno? ¿No existe un mínimo de humanidad para atender estos casos y brindarles algún tipo de soporte? ¿Podemos apelar a esa noble profesión que es el Trabajo Social en el Estado? ¿Todo se niega, todo se reprime en nombre del coronavirus, para que prevalezca el odio, la violencia, el maltrato y la corrupción?
Foto referencial, crédito de la Revista QueHacer, “Una paciente espera la atención en ventanilla en la puerta del Hospital II Ramón Castilla. Lima, 2020”. Foto de Luisenrrique Becerra