No existe ningún programa social de alivio del desempleo y que a la vez evite la pérdida de vivienda por deudas vencidas, el cambio de escuelas o universidades en casos de no poder sostener la mensualidad, o que resulte un soporte de alimentación y salud digna a los peruanos.
Esto quiere decir que los millones de dólares que las clases medias y sectores emergentes han entregado al Estado durante muchos años, no generan ninguna salvaguarda ni rescate financiero o subvención temporal de recuperación de los niveles ocupacionales, de ingresos o educación que tenían mientras pagaban tantos impuestos, porque no se considera justo imprimir una garantía en caso de pérdida de ingresos “a los que siempre han pagado”.
Pero los llamados sectores de pobreza mantienen casi eternamente programas sociales de alimentación (comedores populares, programas nacionales de alimentación, vaso de leche, bolsa de alimentos), vivienda (deuda cero, techo propio, mi vivienda, etc.), educación gratuita, postas, centros de salud y hospitales de la red del Ministerio de Salud (Seguro Integral de Salud gratuito), tarifas eléctricas subvencionadas por la que pagamos sobrecosto de 180% por ese servicio, Fondos de Compensación Social (compensación ¿a cambio de qué?) entre otras decenas de exoneraciones, subvenciones; los resultados de estos “apoyos sociales” no son otros que más gentes, por más tiempo y en más lugares, diciéndose pobres, extremadamente pobres y hasta indigentes, con tal de recibir ayudas gratuitas para la eterna beneficencia. Aclaro: solidaridad sí, ayuda y asistencia social sí; pero mal acostumbrar a las personas a un círculo de dependencia sin medir el impacto que ello produce, no.
La dignidad no debe entenderse como una compra por el Estado del silencio o complacencia de los ciudadanos. La dignidad es una virtud que debe inculcarse para que cada persona aspire a más en lo educativo, laboral, social, cultural, económico, político. La dignidad de las personas comprende el enseñar caminos de progreso, superación y solidaridad.
Por otro lado, la Clase Media expuesta a la pobreza, no se defiende o se acude en su auxilio desde el Estado; no se le ayuda a nivelarse para evitar su caída financiera y se la deja latente en su deterioro como si no existiese un costo social para el país.
Evitar que ese margen social, económico, cultural y laboral se reduzca, es una obligación del retorno de nuestros impuestos como primera prioridad (es decir, frente al tiempo y montos de pagos efectuados por una familia de Clase Media a lo largo de su vida, no existe una medición o informe del destino que se ha dado a esos impuestos y cómo se beneficia al que ha pagado y por su intermedio a toda la sociedad con esos pagos), porque perder a una sola familia de Clase Media, es perder un eslabón en la cadena solidaria de fomento de oportunidades a los más pobres, por medio de contribuyentes eficientes y rentables.
Si una sola familia de Clase Media no sostiene su vigencia por reducción de sus ingresos, el dejar de contratar a una empleada del hogar, al jardinero, lava carros, lava ventanas, lustrabotas, entre otras profesiones domésticas y de impacto diario, hará que esas personas tampoco lleven dinero a sus familias.
Y éste es sólo un escenario que podemos multiplicar en varios sentidos, porque si se “elimina una familia de Clase Media” también desaparecen las relaciones económicas intermedias de alimentación, compras de servicios (educación, transporte, salud y vestido por ejemplo) afectando cadenas productivas completas en cuyos estimados y presupuestos desaparecen “clientes” financieros completos.
Esto no lo entienden los políticos ni los burócratas; y creen que se resuelve con más gastos en más programas sociales que no funcionan, y que hacen ver a la eterna beneficencia como una obligación del Estado.
Lo peor de todo es que no existen seguimientos a las políticas sociales de lucha contra la pobreza, por eso se conocen como acciones de “extensión indefinida de la pobreza” o en otros términos “generación de capital electoral indefinido con fines proselitistas”.
Urgen programas sociales integrales, secuenciales, con resultados a corto y mediano plazo.