Es usual recordar –cuando uno ha viajado por los Andes del Perú- que al preguntar por una ciudad de destino nos respondan “aquicito nomás” como si diez o veinte kilómetros fueran una distancia cercana, sino la medimos como la presentan nuestros ocasionales guías del camino.
En la vida que nos toca observar, los grupos políticos parecen estar buscando su “aquicito nomás” porque no saben hacia dónde se dirigen, ni cuando recibirán la bendición del resultado del voto popular.
Unos creen que pueden imitar campañas de candidatos pasados aplicadas en momentos y realidades diferentes y otros, se flagelan para mostrar en cualquier escenario, que son lo que uno espera: “sufre como tú, sueña como tú, es como tú”
El truco de inventar historias diciendo “yo lustraba zapatos” no termina, impulsa otros cuentos como ser el hijo “que cambio la pobreza por el éxito”. Puede ser cierto, pero no es válido.
Un Presidente no es una fábrica de sueños sino un Estadista, eso es lo que falta completar en el crucigrama si queremos ganar.
¿Te hablan de reducir la pobreza? ¿Cómo? ¿Cuándo y en qué porcentaje? ¿En qué tiempo? Y a la vez ¿dicen cómo van a lograr que más peruanos sientan como propio su país y emprendan esfuerzos para mejorar los caminos de progreso y desarrollo individual que se requieren para formar una verdadera Nación?
Quisiera ver elegido a un Presidente que mire de frente, que no huya ante la verdad, que se ilusione con mis esperanzas y comparta mi dolor diciéndome que podemos levantarnos nuevamente para conquistar un mejor futuro.
Quisiera votar por alguien que sepa hablar con hombría de bien y que incansablemente dirija un equipo de gentes que sean verdaderos políticos y no “técnicos” de alquiler, porque un Político no es lo que veo en la televisión empujando la protesta o el insulto.
Un obrero y un ingeniero que construye, un trabajador minero del brazo del empresario que invierte para que todos seamos dueños de nuestro destino, un maestro de escuela, del arte y la música, también un pescador y un industrial, una madre de familia que sabe más de economía que cualquier ministro, un académico entusiasta por sus conclusiones, a ellos quisiera verlos en el próximo Congreso porque sé que no venderán sus vidas por un aplauso o por dinero.
Decenas de peruanos creen que pueden ser presidentes del Perú. Qué bien por ellos, que mal por nosotros, porque nos están llevando a una descomposición de la realidad, en la que servir se vuelve servil y en la que los más jóvenes pierden de vista el rumbo, para terminar diciendo hasta aquí nomás.