A cuento de la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que es el 8 de marzo, hemos visto numerosas convocatorias y contra-convocatorias, ya sea para pedir asistencia a alguna de las manifestaciones convocadas o sea para dar motivos para no ir a ninguna.
Hay opiniones y comentarios para todos los gustos. Desde los que afirman que en los sindicatos convocantes no hay ninguna mujer en los cargos directivos importantes, y por tanto, cualquier reivindicación por su parte es pura hipocresía, ya que piden puestos de responsabilidad o cuotas para mujeres sin cumplirlas ellos mismos, hasta los que afirman que estas mujeres no quieren igualdad con el hombre, sino dominio sobre él.
Peticiones sobre igualdad de salarios a igualdad de trabajo (quien diga que no hay igualdad salarial, quizás lo mejor que puede hacer es aportar pruebas en un juzgado), hasta reivindicaciones de pésimo gusto y peor elegancia sobre el derecho a no depilarse (como si hubiera alguna ley que nos obligara a hacerlo a hacerlo) u otro tipo de cosas que por no faltar a la buena educación es preferible no mencionar aquí.
En realidad, esto es una parte más del trabajo de ingeniería social de las élites que gobiernan de verdad y que deciden las directrices a seguir tanto por los políticos como por los medios de comunicación, sean o no temas importantes o preocupantes. Si no existe el problema, se crea, y una vez creado, se machaca con él a la sociedad. Al final, todos acabarán creyendo que el problema existe. Todo esto tiene una finalidad única: el acoso y derribo del hombre… blanco.
Las élites comenzaron creando el problema del racismo. Un problema que no existía (ni realmente existe) en Europa Occidental, que acoge de manera suicida con los brazos abiertos, y muchas veces con ventajas muy sustanciosas, a gente de todas las razas de cualquier lugar del planeta. Pero había que acosar y acorralar al hombre blanco y dejarlo indefenso frente a las demás razas. Para ello se inventaron los delitos de “odio”. ¿Desde cuándo un sentimiento, sea odio, amor, envidia o generosidad puede ser un delito? En realidad, convertir las ideas o las palabras en delitos es lo propio de los regímenes totalitarios, no de las presuntas democracias de nuestra moribunda Europa.
En fin, las élites impusieron una única condición: racismo era siempre y solamente si se veía implicado un hombre de raza blanca, que por supuesto, sea víctima o agresor, siempre es racista, y siempre, sea cual sea el motivo de la agresión o su causa, debe aplicarse el agravante de racismo. Si te atracan por la calle y te defiendes, y tu agresor no es blanco, la/el racista eres tú por defenderte. Siempre se presupone racismo en el blanco, lo que conlleva un agravante penal.
Lo de menos es la justicia verdadera, es decir, lo de menos es el motivo real de la disputa o la agresión física o verbal: si tú eres blanc@, eres racista y punto final. No tienes modo de defenderte ni de demostrar lo contrario: ya se encargan los medios y otros intereses en dejar bien claro que es así. Nada de presunción de inocencia: eres blanc@, no la tienes.
Por supuesto, hay muchos intereses de por medio para esto: las asociaciones antirracistas (que en realidad son antiblancas, nada más) se lucran con cada intervención “racista”. Muchas veces, ante cualquier ataque antiblanco, las redes sociales arden con preguntas del tipo “dónde están ahora los de la asociación tal o cual”, que por supuesto, callan como lo que son ante agresiones donde el blanco es la víctima. Por eso incluso se llegó a acuñar aquel lema de “antirracista es una palabra en clave para antiblanco”.
Pero después de todo esto ¿qué es lo que realmente queda? Pues un hombre blanco desprotegido, considerado siempre racista sin posibilidad de presunción de inocencia, y por tanto, condenado por tal agravante: un culpable a perpetuidad. Y esta situación la explotan muy bien los inmigrantes no blancos (debidamente asesorados por una legión de traidores a su pueblo): o entras al trapo de lo que quieren, o te acusan de racista. Si no les coges para un trabajo porque no responden a lo que buscas, te acusan de racista. Si no les dejas colarse en la tienda o el banco, te acusan de racista. Si te quejas del ruido y la mugre de tu portal, te acusan de racista. Y ya sabes que, si eres blanco, hombre o mujer, no puedes hacer nada más que dejarte condenar: nadie, ni el resto de los blancos, se pondrán de tu parte. Primera fase del acoso y derribo cumplida.
Nota de Redacción, mañana sábado 12 de septiembre, la segunda parte de este brillante artículo.
Fotografía, del blog de Rubiel Montoya