“qué diferente sería”… que en los diarios se publiquen verdaderas noticias y no la suma de sangre, odio y violencia que nos tienen acostumbrados a leer los poderes mediáticos, la concentración de la prensa y los intereses políticos de los que se turnan para gobernar contra el pueblo.
“qué diferente sería”… que un político se levante temprano para ir a trabajar, que respete las normas de tránsito, que ayude a su vecino transportándolo también a su destino si es cercano, que salude antes que lo saluden, que sonría cuando en verdad nos sintamos alegres por el país y no… por recibir una coima a cambio de una ley que perjudica a millones.
“qué diferente sería”… que los que se sienten superiores y diferentes, no se hagan los indiferentes con los demás, promoviendo leyes irregulares para ellos, mientras millones rechazan ese egoísmo y vanidad que nos separa entre peruanos.
“qué diferente sería”… que ese grito de gol nos permitiera salir a las calles para tener fuerza en la solidaridad, en unir nuestros brazos para levantar al país de su estancamiento sin necesidad de convocatorias o protestas manipuladas.
“qué diferente sería”… que los ministros de Estado se conviertan en servidores públicos y no en creyentes de su soberbia, pensando que el país se debe a ellos y no ellos al Perú.
“qué diferente sería”… que el Congreso de la República tuviera entre sus miembros a un campesino y un ganadero, obreros del campo y la ciudad, empresarios de minas e industrias, amas de casa, pescadores, transportistas y artesanos, universitarios y jubilados, gentes honestas y humildes, sensatas y prudentes, antes que grandes caciques de provincias y ladrones con maestrías y doctorados que los denigran.
“qué diferente sería”… ver caminar al presidente con la frente en alto y no con la cabeza hacia abajo, avergonzado como sus antecesores, cuyas cuentas con la justicia siguen endeudándose con moras y multas que la ciudadanía pronto tiene que cobrarles.
“qué diferente sería”… que el odio no sea el símbolo de la unidad de los que gobiernan, porque tenemos que desterrar la envidia y el fracaso, el resentimiento y la soberbia, convirtiendo nuestra Bandera en la única inspiración y orgullo nacional.
Qué diferente sería entonces el Perú.