¿Cuántas manifestaciones populares, masivas concentraciones espontáneas, marchas multitudinarias, recepciones en los aeropuertos u hospitales tipo “nos clasificamos al mundial” han sido hechas a quien ejerce innoblemente la presidencia del Perú? Ninguna.
¿Cuántos balconazos llenos de fervor militante, aplausos prolongados en un discurso ante sindicatos o poblaciones afectadas en zonas de desastres, o tal vez en un encuentro deportivo por lo menos, ha recibido quien ha hecho de la negación de la verdad su práctica habitual? Ninguno.
¿Cuándo se ha visto, leído o escuchado que los comedores populares, el vaso de leche, los asentamientos humanos, los obreros de construcción civil, limpieza, trabajadores mineros, o los empresarios, industriales, cámaras de comercio o transportistas hayan expresado públicamente su respaldo a quien los ha enviado a la quiebra y además los ha cargado de dolor, miseria y recortes? Jamás.
¿En qué momento los médicos, enfermeras, auxiliares, trabajadores de hospitales y postas del Ministerio de Salud han sorteado la protección de cientos de policías y militares que rodean al presidente y sus acompañantes para gritar de júbilo y alegría que lo apoyan y aplauden por su trato laboral, salarial y en especial por su ”humanidad”? Nunca.
¿Se ha visto cientos o miles de pacientes agradecer por algo que haya valido la pena, algo mínimo en su tratamiento del COVID, cáncer, dengue, tuberculosis u otras enfermedades, a quien dejó a la señora Celia corriendo llorosa mientras rogaba por ser escuchada? Nunca.
Los fieles de toda religión: católicos, evangélicos, testigos de Jehová, mormones, budistas, musulmanes, ¿Han organizado jornadas de oración en gratitud por algo al gobierno? No, de ninguna manera; más bien, se sienten heridos por la atrocidad dispuesta al cerrar sus templos y prohibir el culto que de su Fe.
Entonces, exceptuando a los alquilados de los medios de comunicación y las encuestadoras, ¿Quién está al lado del responsable del desastre que vive el Perú?