El Perú atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia moderna. Para enfrentarla, recuperar empleos formales y atender a los miles de peruanos que caerán en la pobreza, debemos impulsar el crecimiento económico. Y, para ello, entre muchas otras cosas, es preciso atender serios desafíos tributarios. Paso a explicar el porqué.
Primero, si bien en los últimos meses el Ejecutivo dictaminó medidas de alivio tributario para darle oxígeno y liquidez a las empresas, erró al excluir a las medianas y grandes empresas. El 0.2% de las empresas peruanas son los principales contribuyentes, pero las empresas medianas y grandes emplean a un 47.7% de la fuerza laboral y generan el 77% de la recaudación tributaria, lo que las convierte en socias del Estado para la recuperación económica.
Además, se debe dar un nuevo paquete de medidas tributarias para la reactivación económica. Desde ComexPerú, hemos presentado propuestas como la prórroga de la norma que limita la deducción de intereses al 30% del ebitda del ejercicio anterior. Las empresas requieren tomar préstamos para salir de la crisis y la nueva regla solo encarecería los costos de financiamiento.
Segundo, la presión tributaria en el Perú es del 14% del PBI, menor que en otros países de la región y menos de la mitad que en los países de la OCDE. Una baja recaudación que se explica por la alta informalidad laboral (72.7%) y la baja productividad. El reto es ampliar la base tributaria para generar mayores recursos. Hoy somos pocos los que contribuimos en el país con el pago de impuestos. Así, atacar la informalidad pasa por aumentar la productividad, simplificar el sistema tributario, reducir la evasión y revisar las exoneraciones.
Tercero, la carga tributaria incide en la competitividad del país y en la atracción de inversiones. Según el reporte Doing Business del Banco Mundial, en el pilar de Impuestos, el Perú está en la posición 121 de 190 economías. Se indica que una empresa invierte 260 horas al año y realiza 8 pagos distintos, que equivalen al 36.8% de sus ganancias, para presentar y pagar impuestos y contribuciones. El Estado es “accionista” de las empresas en casi el 40%.
Cuarto, la calidad del gasto. La reforma estatal es impostergable y pasa por la reducción del aparato público y su eficiencia. La burocracia se ha convertido en un monstruo que no solo genera gastos insostenibles, sino una sobrerregulación que desincentiva la actividad empresarial. Además, se debe priorizar la eficiencia en el gasto a través del presupuesto por resultados y la lucha contra la corrupción.
Para la reactivación económica, enfrentamos desafíos tributarios que debemos atender. Los retos: impulsar los ingresos mediante la ampliación de la base tributaria; promover la digitalización y simplificación del sistema tributario, a fin de generar incentivos para la formalidad y el impulso de la productividad de las empresas; asegurar la predictibilidad tributaria, para la atracción de inversiones; y asegurar la eficiencia en el gasto público, lo que pasa por reducir el tamaño de la burocracia del Estado.