Este es un artículo contrafáctico, pero también una advertencia de lo que muy pronto tendríamos que hacer para reaccionar contra las políticas gramscianas y globalistas que nos amenazan:
En los 60 y 70 del siglo XX la subversión inspirada por Cuba encendió la chispa revolucionaria en Latinoamérica. La reacción liberal falló continentalmente una vez más y echó mano de la reserva militar para controlar un desborde manipulado ideológicamente en plena guerra fría. Pero los regímenes castrenses de izquierda y derecha no lograron consolidar nuevos Estados auténticamente nacionalistas y sanamente desarrollistas. La falta de partidos propios y la corrupción los ganó.
En el Perú Morales Bermúdez hizo bien en impedir una guerra absurda con Chile, pero debió pactar con los partidos democráticos la erradicación de los grupos de izquierda a los que se les permitió crecer a lo largo de las décadas siguientes hasta convertirse en las bandas genocidas Sendero Luminoso y MRTA.
Informes de Inteligencia de mediados de los 60 ya advertían del riesgo, pero en aras de una “democratización” empujada por la izquierda mundial se dejó que esos criminales golpearan arteramente a la peruanidad causando por los menos 25 mil bajas.
La alternativa debió ser -más allá de la dura historia internacionalista del Apra- prohibir en la Constitución del 79 la existencia de partidos comunistas en el Perú, para hacer reformas liberales y de mercado en alianza cívico-militar hasta que el país alcanzara la estabilidad que en 150 años de independencia jamás tuvo. Hoy tendríamos un sistema equivalente al de Singapur y al de Corea del Sur.
En Chile la insurgencia militar en 1973 fue una necesidad. Allende, el falso mito de los zurdos, estaba llevando su país a una sovietización acelerada: miles de víctimas de los comunistas cayeron bajo las balas de bandas como el Frente Popular y si Pinochet no toma medidas drásticas la guerra civil hubiese estallado. Pero si bien las medidas económicas fueron exitosas hasta 1990, la negociación política con Aylwin fue un desastre, tanto, como la ausencia de reformas que asentaran a la emergente clase media. También se equivocaron en legalizar el comunismo.
Hoy, ambos países estamos ante la arremetida marxista radical y a una revolución que, con seguridad, no podremos parar solo ideológicamente. El Foro de Sao Paulo es poderoso y frente a esa amenaza, somos los civiles y nuestras FF.AA. democráticas los llamados a adoptar las medidas urgentes para frenar el enemigo feroz: el comunismo.