“Sin pretender realizar un análisis exhaustivo ni poner en consideración todos los aspectos de la realidad que vivimos, propongo sólo estar atentos ante algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal”. Así comienza el primer capítulo de la Encíclica “Hermanos Todos” que ahora comentaremos.
Sueños que se rompen en pedazos
“Durante décadas parecía que el mundo había aprendido de tantas guerras y fracasos y se dirigía lentamente hacia diversas formas de integración”, pero lamentablemente no siguió un derrotero de Paz, fraternidad y diálogo, sino que cambió las grandes guerras por conflictos y tensiones de menor escala y tan sangrienta crueldad como sus predecesores.
El Papa Francisco lo dice en estas palabras: “Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales”, porque no se llegó a entender que la Paz, el bien común, son conquistas de todos los días, esfuerzos de cada momento y toda la sociedad.
Creímos, creyeron los gobernantes que por ejemplo, las guerras acabaron, los conflictos se apagaban, las luchas intestinas en cada país eran fruto tal vez de un momento electoral, pero no fue así, porque mientras existía una pequeña muestra de conflicto, se unía a otra, y luego a otra y se multiplicaba lentamente para volverse un virus de odio, de supremacías, de nacionalismos compulsivos, de odios y violencia de la palabra y las balas.
Por eso, viene a colación la frase “Abrirse al mundo” que “se refiere exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único”, el Nuevo Orden Mundial.
Es así que en medio de la pandemia que vivimos hoy en día, este modelo cultural único ha ido imponiéndose en cada aspecto de la vida, separando y anulando la educación, aislando a los ancianos, “desechando a los desechables”, dividiendo familias, el trabajo conjunto, la comunicación presencial y el intercambio cultural, para que nuevas Leyes sean dirigidas a imponer silencio, alejamiento y extinción del Amor, la fraternidad, solidaridad y los valores de la democracia y la libertad.
Es el nuevo divorcio social, la separación de la comunicación, la dependencia de lo virtual, que no es humano y debía ser algo al servicio de las personas y no al revés.
“Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia” señala Francisco, lo que representa un llamado de atención frente al egoísmo.
El fin de la conciencia histórica
Una reflexión que debe leerse varias veces para entender la dimensión de la amenaza del “deconstruir todo” es la que hace Francisco recordando un mensaje a los jóvenes:
«Si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen —o de-construyen— todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido»
La Libertad, la justicia, los derechos humanos, valores y virtudes que se fundamentan en principios universales, son “adaptados” en lenguajes populistas que niegan el antecedente histórico, la lucha de quienes lograron caminos de entendimiento y Paz. Así, el lenguaje del Nuevo Orden Mundial es un alfabeto de odios y violencia pero que se enmascara en discursos atractivos, en el paraíso a la medida de los egoísmos y ambiciones.
“Hermanos Todos” va iluminando sobre la oscuridad y nosotros, los más jóvenes debemos volver la mirada a los ejemplos, lo trascendente y lo que nos une. Hay que observar por ello, que la manipulación política y mediática es una barrera que se impone y no se detiene, salvo que apreciemos más nuestra historia, que fortalezcamos más nuestra riqueza espiritual y humana, que volvamos a ser justamente una humanidad para todos.