Esta vez no haré análisis político, sino réquiem anticipado de quien ya no merece respeto, su Excelencia, el presidente accidental, Martín Vizcarra. Aburrido en mi cama de recuperación reviso la historia de este arribista de la política.
Asociado de las corruptas Odebrecht y Graña, fue merecedor de múltiples denuncias por sinuosidad comercial como mercantilista despreciable. Decano del Colegio de Ingenieros de Moquegua fue ideológicamente un vulgar tira piedras que se consagró con el “Moqueguazo”, una protesta del 2008 en la que se alió con los comunistas pretextados en la antiminería al punto de atentar contra numerosos civiles. Como gobernador regional (2011 – 2014) terminó con 97 denuncias, de las cuales 46 parecen verosímiles, siendo la sobrevaloración del hospital de Moquegua la más grave.
Elegido en la plancha de PPK (según Bruce solo “porque había demasiados blancos”) como ministro de Transportes y Comunicaciones se alió con Zavala y Thorne para presionar por la estafa del aeropuerto de Chinchero a favor del consorcio Kuntur, del cual son socios PPK y el chileno Salvador Piñera. Complotado para sacar al procurador Alarcón (quien denunció la estafa del caso) sin ningún mérito fue nombrado embajador en Canadá; allí habría contactado con chinos e iraníes; y desde Ottawa negoció con un sector de los fujimoristas, APP y la izquierda marxista para vacar a PPK e intentó sacar a Meche Aráoz de la vicepresidencia.
Precariamente instalado en la presidencia se rodeó del montonero argentino Aguiar, del corrupto premier Villanueva y del subnormal ministro de Justicia Vicente Zeballos. Sin partido ni bancada terminó peleándose con los pepekausas iniciales y convocó a angurrientos “notables” que han perforado la Constitución del 93 y ONG subvencionadas por Soros, como IDL, Transparencia y Proética, que pretenden gobernar sin credenciales democráticas.
Al final, aislado como hongo venenoso, ha terminado claudicando con sus aliados de extrema izquierda en Tía María; basa su “popularidad” en la subvención a una prensa financiera y moralmente quebrada y en encuestadoras miserables. Alienta la sedición y el separatismo en el sur y en cuestión de horas puede intentar la última arremetida del cierre del Congreso.
Vizcarra es hoy, en suma, un pobre tipo que intenta posiciones insurreccionales de las Fuerzas Armadas; un fantasma político repudiado por el pueblo y un autócrata frustrado que está llevando al Perú a la quiebra y que, bien lo sabe, terminará preso, suicidándose o colgado en un farol de alumbrado público, repudiado por la historia nacional.