A todos nos ocurre, con bastante frecuencia, lo que San Pablo afirma en la carta a los Romanos, que quisiéramos hacer el bien y terminamos haciendo el mal. Por eso se dice que todo ser humano tiene defectos y comete errores.
Ese reconocimiento es importante para poder comprender y perdonar a las personas. En la parábola del hijo pródigo el Señor nos enseña que el muchacho joven que salió de su casa con los medios que su papá le proporcionó, quería lo mejor. Él pensó que siendo independiente ya tendría condiciones para ser exitoso. Sin embargo despilfarró todo lo que tenía y cayó en la ruina.
Esto mismo ocurre con muchos jóvenes. Como decía alguno: “era muy joven y tenía derecho a equivocarme” Al joven se le comprende y perdona como hizo el padre del hijo pródigo pero también se le enseña a que reconozca sus errores. Nadie debe aplaudir los errores de los demás. No aplaudir no significa condenar. Se le puede querer mucho diciéndole que se equivocó. Lo que no se debe hacer es insultar, humillar y descalificar.
No todo lo que brilla es oro
Un amigo me decía que a pesar de ser viejos y de tener mucha experiencia, no alcanzamos a tener la ciencia, de que la apariencia engaña. Efectivamente eso ocurre en todo el mundo, es el síndrome de Caperucita, no nos damos cuenta que la abuelita que se nos presenta, de un modo sublime y angelical, termina siendo el lobo feroz.
Multitudes que en primera instancia canonizan, terminan luego condenando al que antes eligieron. Junto a los lamentos finales aparecen las fotos de los primeros días: “cuando todo era felicidad” Poco suelen durar las lunas de miel, cuando los cimientos no son seguros.
Cuando se mira solo la belleza externa de un edificio, y no se conocen los cimientos, tarde o temprano, pueden venir circunstancias desastrosas. Lo que empieza mal, termina mal. De algo malo no puede salir nada bueno. Antes de aprobar hay que mirar bien los cimientos, la estructura donde se apoya el edificio.
Humildad y madurez para conocer la realidad del ser humano
Cuando era el inicio del siglo XX el mundo entero celebró la llegada de una nueva era y se pensó que todo iba a ser distinto y mucho mejor. Eran la filosofía analítica, la fenomenología y el existencialismo las que marcaban las pautas para el inicio del modernismo. Se le dio mucho énfasis a una nueva forma de ver al mundo dándole mucha importancia al hombre como centro del universo ¿y qué ocurrió? El siglo XX trajo dos guerras mundiales atroces, con la muerte de millones de jóvenes y dos ideologías que hicieron mucho daño: el nazismo y el marxismo. No podemos dejar de reconocer los grandes errores del ser humano que han destrozado a países enteros.
A inicios del siglo XX ocurrió una gran tragedia que conmocionó al mundo entero. Fue el 15 de abril de 1912. El día anterior partió para su viaje inaugural el Titanic. El que leyó el discurso, exaltando las maravillas de ese trasatlántico, dijo al terminar: “a este barco no lo podrá hundir ni Dios”, todos aplaudieron mucho. Al día siguiente chocó, se hundió y mucha gente se murió ahogada o por hipotermia. Los seres humanos nos equivocamos y fallamos. La peor debilidad es, no reconocer la propia debilidad.
A inicio del siglo XXI, todos hemos celebrado y deseado lo mejor para el siglo y el milenio que empezaba, sin embargo empezaron las crisis económicas, primero el USA, luego fueron las torres gemelas y la crisis económica en Europa. Se equivocaron hasta los grandes expertos.
Hace unos meses, en enero del 2020, nos deseábamos feliz año, y al poco tiempo se nos vino la pandemia encima, con muchos errores humanos, que han tenido graves consecuencias económicas y sanitarias. También ha sido un año de graves crisis políticas en muchos lugares del mundo. Todo por fallos humanos.
Las personas necesitan el perdón, el aliento y la comprensión
A pesar de todo el ser humano necesita que se le comprenda, se le perdone y se le de oportunidades. La sociedad necesita también que el arrepentimiento del que no hizo las cosas bien sea sincero. Todos necesitamos aprender a pedir perdón y a perdonar. Estas condiciones son básicas para saber elegir.
Es urgente que se sepa qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, para que pueda haber orientación y acierto. El relativismo, al ocultar la verdad, permite que se cometan graves injusticias que dan inicio al reinado de la mentira y de la hipocresía, “aunque la carne se vista de seda, carne se queda”.
La elección de las autoridades
Uno de los errores más grandes de la humanidad consiste en la desacertada elección de las personas que van a ocupar cargos importantes. El error principal es no mirar, o minimizar, los valores trascendentes.
Para poder elegir bien es urgente y necesario mirar los valores trascendentes del candidato y de los programas que lleva: el amor y el respeto a la vida, la caridad con las personas, el amor a la familia, el cuidado del orden moral de las personas, la educación moral de los jóvenes y adolescentes, la calidad de enseñanza, el espíritu de servicio, el amor al país y al mundo.
La hoja o trayectoria de vida de los candidatos es importante conocerla (no es el “curriculum vitae” edulcorado que se presenta para que se le eche incienso). Es conocer bien la vida de la persona con sus aciertos y errores.
Para elegir bien nos debe constar a todos, que el candidato es sincero y que tiene una excelente unidad de vida.
Por eso, es de sentido común afirmar, que no todos saben elegir; hay otros que, por distintas circunstancias, no pueden elegir ni ser elegidos.
Urge formar bien la conciencia de las personas
Se debe formar bien la conciencia para que las personas sean humildes, conozcan sus limitaciones y se informen bien, sobre las capacidades y condiciones de otros, antes de una elección.
Se debería implementar en los colegios y en las universidades, unos cursos de educación cívica que valoren la honradez y las virtudes humanas en general. Cada persona debe querer ser honrada, trasparente y sincera. Que tengan el gusto y la alegría de ser honestamente virtuosas.
Lamentablemente hemos llegado a una situación política de oclocracia (el gobierno del tumulto) en todo el mundo, y con muy pocas excepciones. Es casi como la ley de la selva, donde todos terminan diciéndose: ¡sálvese quien pueda!.
Los candidatos que compiten parece que están en un ring de box, se insultan y se califican como delincuentes. Muchos, para ganarse a la gente, se visten de ovejas, y por dentro están llenas de rapacidad e inmundicia. En cambio, el que es bueno y honrado, ni se presenta.
La sociedad necesita cambios profundos
Estos escenarios de mentira y corrupción deben desaparecer radicalmente, ya no se deben permitir.
Urge rezar para que de verdad se encuentre gente valiosa y bien formada que busque sinceramente lo que sea mejor para el país y no para ambiciones personales o de grupo.
Una autoridad debe estar totalmente desprendida de beneficios particulares y tener una auténtica vocación de servicio, con un gran amor a la patria, para poder estar disponible a los requerimientos que hicieran falta.
Lo que hemos considerado en este artículo no es pesimismo, es realismo con esperanza. Estamos convencidos de que el ser humano puede mucho, cuando es honrado y sincero, cuando tiene un auténtico amor a Dios y a los demás.
Vale la pena ese cambio, radical y urgente, que el mundo y el país necesitan, para que haya paz y progreso en toda la humanidad. (P. Manuel Tamayo).