El obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, intervino hoy mediante una exposición virtual en la segunda jornada de debate del proyecto de legalización del aborto que se desarrolla en la Cámara de Diputados.
El prelado advirtió sobre “una cultura del descarte, individualista y agresiva” que va avanzando y destacó, por el contrario, que en este tiempo de crisis socio-sanitaria “las esenciales” fueron las mujeres de los barrios populares que “se han puesto la patria al hombro, y que multiplicando las ollas en los comedores comunitarios, han pensado no solamente en sus hijos, sino también en los del pasillo, en los de la manzana”.
“A esto se suma la delicada negociación de la deuda externa que no puede hacerse a costa de generar más deudas sociales. Desde que el país volvió a tomar semejante nivel de deuda, condicionó su soberanía y está más expuesto a colonizaciones culturales. Muchas veces los organismos internacionales que prestan dinero ‘sugieren’ políticas de control de crecimiento de la población”, afirmó, y agregó: “Esto apunta directamente a las villas y barrios donde en vez de reducir la desigualdad se reduciría así la cantidad de pobres”.
En relación con el tema del aborto, monseñor Carrara alertó que “cuando se niega el derecho más elemental –el derecho a vivir– todos los derechos humanos quedan colgados de un hilo”.
“Cuando una mujer humilde de nuestros barrios va a hacerse la primera ecografía, no dice: ‘vengo a ver este montón de células’ sino que dice: ‘vengo a ver cómo está mi hijo’”, diferenció, y cuestionó que exista una ley que “pueda definir en qué momento puede ser eliminada o no”.
“En qué se apoyaría la ley para decir: no es legítimo quitarle la vida a un ser humano cuando tiene más de 14 semanas, pero que sí se lo puede ‘interrumpir’ cuando tiene un día menos. Si una ley puede definir en qué momento una vida humana puede ser eliminada, entonces todo queda sometido a las necesidades circunstanciales, a las conveniencias de los que tengan más poder, o a las modas culturales del momento. ¿No resulta muy peligroso correr arbitrariamente el comienzo de la vida de un ser humano?”, planteó.
El obispo villero apuntó contra “un discurso por momentos dominante que reitera la palabra ‘libertad’ como un valor supremo” y fundamentó: “La pandemia nos mostró el orden verdadero. Primero la vida, luego la libertad. No hay libertad sin vida. La libertad no es un bien ilimitado, tiene el límite del otro. Y la genética muestra que el embrión tiene un ADN distinto del de su madre y se mantendrá al nacer y durante toda su vida”.
Tras lamentar que cuando se habla de las villas o barrios populares, “muchas veces se desconoce la cultura de la mayoría de las mujeres pobres”, subrayó: “Para ellas los hijos son el mayor o el único tesoro, y no son algo más entre muchas posibilidades que el mundo de hoy puede ofrecer. Eso explica que tantas mujeres pobres se desvivan trabajando mucho para poder criar a sus hijos”.