Un día el joven Piernasrojas ve pasar delante de su casa a cuatro caballeros bien pertrechados de armaduras. Se detienen junto a un mago anciano a quien le preguntan cómo dar con la Princesa Japónica. El mago les dice que su castillo está más allá del Último Bosque del Mundo. Sólo hay dos caminos, custodiados cada uno de ellos por dos fieros gigantes. Uno de una cabeza, el otro de dos cabezas. Los caballeros no lo dudan, se dirigen a atacar al gigante de una cabeza. Al cabo de poco tiempo vuelven bastantes maltrechos vencidos por el gigante.
Piernasrojas pide prestado una espada y se dirige a pelear contra el gigante de dos cabezas. Los caballeros se ríen del joven a quien le dicen: “no hemos podido con el de una cabeza y menos podrás con el de dos cabezas”. Para sorpresa de Piernasrojas, encontró al gigante discutiendo consigo mismo. No había forma de que las cabezas se pongan de acuerdo, se insultaban entre ellas, vociferando barbaridades. Sin pérdida de tiempo, el intrépido joven atacó y mató al gigante de dos cabezas. Llegó al castillo y encontró a la bella princesa con quien se casó y vivieron felices comiendo perdices.
Un sencillo cuento que nos recuerda que “Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se sostendrá” (Mt. 12, 25). Y lo que vale para la casa, la organización, la ciudad, el país; también, vale para la persona. Para una organización, el mayor problema que tiene no es la competencia externa, ni los enemigos de fuera; su mayor dificultad es la falta de unidad interna. Una institución en donde cada miembro tira agua para su molino tiene muy debilitada su consistencia: un simple viento de verano basta para tirarla por los suelos.
El cuento termina con un consejo del anciano mago a Piernasrojas: “Cuando crezcas vendrán a ti otros magos que te dirán: Examina tu alma…Ten diecinueve religiones apropiadas para estados de ánimo distintos. Hijo mío, quienes así te hablen serán magos perversos; querrán convertirte en un gigante de dos cabezas”.
El consejo nos viene como anillo al dedo. A nivel personal, cuando no se tiene un norte claro, se nos va la vida desojando margaritas: que sí, que no; quizá, cómo será, no sé si por acá o por allá. Estas situaciones de incertidumbre pueden llegar.
No conviene pasarse temporadas largas maltratando a las pobres margaritas, ni viene bien al alma vivir en situación de provisionalidad.
Si no queremos seguir la suerte del gigante de dos cabezas, cuanto antes hay que procurar ponerse de acuerdo consigo mismo. Sólo las convicciones y principios le dan densidad a la biografía personal, no sin una buena dosis de valentía para vivir como se piensa y un tono amable para testimoniarlo.