Desde que las famosas brigadas médicas iniciaron, en 1963, la dictadura de Fidel Castro estableció una serie de medidas draconianas para controlar la vida de los cubanos que participan en el programa. Medidas que no han cambiado a la fecha.
En la primera brigada que fue enviada en ese año a Argelia, se puso de manifiesta la represión de Cuba que restringe la libre expresión de sus enviados al exterior, y limita drásticamente la libertad de locomoción, de asociación y les niega rotundamente el derecho a la privacidad. Los integrantes de las brigadas deben no sólo reportar cada uno de sus movimientos, contactos, conversaciones e interacciones, al punto que tienen inclusive prohibido enamorarse de alguien del país local.
En el año 2010, el régimen cubano aprobó la Resolución 168 del Ministerio de Comercio e Inversión Extranjera, que considera una “ofensa disciplinaria” el mantener cualquier tipo de relación personal con una persona que no comulgue con la doctrina castrista. Es decir, si la persona con quién interactúan no es comunista, el régimen puede castigar al cubano por hasta conversar con esa persona.
Los cubanos de las brigadas deben comportarse como autómatas que piden permiso para interactuar, para socializar o comunicarse con alguien fuera de las brigadas o que no sea paciente. El castigo por faltar a ello es drástico.
El régimen retiene entre el 80 y el 95% de lo que el país anfitrión paga como salario a cada cubano de las brigadas médicas. Si el régimen recibe un reporte desfavorable sobre la actuación del cubano de la brigada, el gobierno le puede retener el 100% del salario. Eso significa, dejar a la persona sin dinero alguno para subsistir en el país anfitrión.
Otro castigo es la cárcel, si el cubano desobedece, solicita asilo político fuera de Cuba, o hace cualquier cosa que su superior en el grupo reporte como una acción contraria a los intereses del régimen castrista.
Como el pasaporte es únicamente otorgado al integrante de la brigada para irse al país anfitrión, y es válido solamente por el tiempo que dure su misión, le es confiscado al llegar al país anfitrión y el gobierno puede cancelarlo en cualquier momento.
En el 2017, 150 médicos de la brigada médica cubana en Brasil se unieron y protestaron contra el régimen de las brigadas que denunciaron como otra forma de esclavitud. Presentaron demandas ante las cortes brasileñas pidiendo ser tratados como contratistas independientes y no como esclavos del régimen cubano.
Cuba pretende que su gente no despierte al mundo cuando los envían al mundo. Cómo bien dijo la doctora cubana Yaili Jiménez Gutierrez en Brasil, en el 2017, “cuando sales de Cuba por primera vez, descubres muchas cosas que no habías visto” y “uno se cansa de ser un esclavo”. Tristemente, vemos como países que sí tienen libertad, están dispuestos a renunciar a ella para según ellos salvarse de la miseria con un Estado benefactor, y no se dan cuenta que esa fórmula trillada jamás ha funcionado. No toman nota de ejemplos ajenos y se rehúsan a entender que sólo en libertad el ser humano logra la prosperidad.
Cuando Fidel Castro pensó en las brigadas como el medio de enriquecerse aún más rápidamente, ante la quiebra de toda otra forma de producción en Cuba bajo la dictadura comunista, y pensó en este programa también como la forma de posicionar a Cuba cómo una potencia médica, un país altruista y de paso un medio eficiente de diseminar su doctrina, no pensó en el menudo detalle que no enviaba autómatas ni robots, enviaba personas. No pensó que verían la libertad, la prosperidad y que si bien algunos eran países en desarrollo, los habitantes de los países anfitriones son libres, a diferencia del pueblo cubano. Castro olvidó que la libertad cautiva, al que no la tiene. Y los que la tienen, no se quieren dar cuenta lo que implica perderla. #pensarnoduele #pensarnocuesta